sábado, 3 de septiembre de 2016

Las Sagas Islandesas

1. Las Sagas Islandesas1.1. Concepto De Saga1.1.1. Definición

Una saga es una narración en prosa, elaborada a base de fuentes diversas. Esta puede ser una definición amplia del concepto «saga». Como puede verse, no coincide con la definición que del término presentan el Diccionario de la Real Academia Española o la mayoría de los restantes diccionarios españoles.

Considero inútil volver aquí a discutir esas definiciones, así como la evolución del concepto de saga y el desarrollo de su estudio, para lo que remito a la bibliografía pertinente (Ver, por ejemplo, Bernárdez, en prensa; Sigurdur Nordal (1968); Régis Boyer (1978); Peter Hallberg (1962); Jan de Vries (1964)).
Me limitaré aquí a señalar, partiendo de la definición (provisional y generalísima) arriba presentada, las principales generalísimacas de las sagas islandesas de acuerdo con las ideas predominantes hoy día entre los especialistas en las antiguas literaturas escandinavas.

Partiendo de la definición presentada, que más adelante se especificará con más detalle, pueden ponerse de relieve algunas características fundamentales.

1.1.2. La saga como narración.

La épica y otros géneros narrativos:
En primer lugar, es una narración. Se relaciona de este modo con toda la extensa literatura narrativa medieval, que posee formas muy diversas. Las colecciones de exempla, por un lado, elemento fundamental en la literatura religiosa y, entre otras cosas, en los sermones u homilías. De otro lado, la literatura que podríamos calificar, aunque en términos muy imprecisos, con la denominación de épica, en la que se incluye la épica en sentido estricto, como el Cantar de Roldán, El Cantar de Mío Cid, El Cantar de los Nibelungos o el Beowulf anglosajón, bastante anterior a los citados; pero también la épica culta en lengua latina, citemos solamente, de las obras medievales, el Waltharius; o las derivaciones de ésta en lengua «vulgar», como el Libro de Alexandre. Y hay que incluir en este grupo los inicios del ciclo artúrico, con Chrétien de Troyes, hasta llegar a las novelas de caballerías.

Finalmente, hay que considerar toda una extensa literatura hagiográfica, de vidas de santos, colecciones de milagros, historias de la virgen, sinopsis evangélicas, etc., tanto en latín como en lenguas «vulgares».

Vemos, por tanto, que las sagas forman parte, en este sentido, de una amplísima tradición narrativa. A ésta podríamos añadirle la extensa producción historiográfica, a la que me referiré más adelante, pues parte de ella tiene evidente carácter narrativo (diríamos «literario», y no sólo histórico).
En segundo lugar, la saga es prosa. Esto restringe las obras comparables en las restantes literaturas medievales europeas. Así, toda la épica (con excepción de la céltica, de Irlanda y Gales) (Las diferencias, tan grandes que no es preciso incidir sobre ellas aqui; pueden comprobarse leyendo los textos epicomitológicos célticos; por ejemplo, los Mabinogion, en la traducción de Maria Victoria Cirlot (Ed. Nacional, Madrid 1982) o la colección Early Irish Myths and Sagas, traducida por Jeffrev Ganiz para la colección Penguin Classics (Harmondsworth, 1981).

se aleja del modelo de la saga al estar compuesta en verso y no en prosa. Por otra parte, no puede establecerse una relación por la vía, digamos, de las prosificaciones de épica castellana, pues las sagas nunca tuvieron un antecedente en verso. Con todo ello, la saga mantiene ciertas relaciones con la literatura hagiográfica y con las colecciones de exempla, géneros también narrativos en prosa.

Finalmente, de acuerdo con la definición esquemática propuesta al comienzo, la saga se elabora a base de fuentes diversas. Es decir, debe entenderse como obra de autor, e incluso no como simple reelaboración por un autor sobre material tradicional, como puede ser el caso, por ejemplo, de la épica románica (o germánica, incluyendo Beowulf y los Nibelungos). Se trata de obras elaboradas conscientemente por un autor determinado, que crea la saga como obra propia, sirviéndose no de una o varias fuentes populares, probablemente orales, o de una obra previa que amplía y reelabora echando mano, quizá, de otras fuentes secundarias; se trata de una creación que se apoya en una multitud de fuentes, entre ellas algunas orales (probablemente anécdotas, narraciones populares, historias, recuerdos y tradiciones familiares y locales...), otras de carácter, quizá, aun oral, pero altamente «literalizadas» (los poemas escáldicos) y, como núcleo fundamental, obras escritas, tanto de la propia literatura islandesa como de la latina medieval o la clásica, o las literaturas en lengua «vulgar», que por entonces eran conocidas en Islandia (especialmente la anglosajona).

Es preciso distinguir aquí entre el uso de las fuentes típico de las sagas y, por ejemplo, el que caracteriza a algunas formas de literatura culta (en verso), como el Mester de Clerecía castellano. Este, corno es bien sabido, contaba con una obra base que, en muchas ocasiones, se traducía de otra lengua. A lo largo de la versión o reelaboración se iban introduciendo pasajes nuevos, cambiando las formas de expresión, realizando modificaciones, abreviaciones, ampliaciones, etc. Para todo ello, el autor podrá servirse de otras fuentes, que eran siempre secundarias. Pero, en general, puede señalarse siempre una obra fundamental (o dos, quizá tres en casos raros). En la saga se utilizaban las fuentes como fondo, y de ellas se iban tomando elementos que servirían más o menos directamente para pasajes determinados. Nunca puede señalarse una fuente principal para una saga cualquiera, y en la mayoría de los casos es difícil encontrar incluso las fuentes especificas para los diversos pasajes. No es preciso extenderse aquí sobre este punto, que se desarrolla con algo más de detalle en el apartado correspondiente, al considerar las fuentes de la Saga de Egil Skallagrímsson.
Vemos que si por su carácter narrativo las sagas se entroncan perfectamente en los géneros literarios usuales en la Edad Media europea, ya quedan un tanto más aparte por su carácter prosaico y se individualizan aún más al tener en cuenta las fuentes

que participan en su composición.

1.1.3. Sagas y hagiografía

De hecho, el único tipo de obra literaria medieval que puede relacionarse claramente con la saga es el representado por la hagiografía y, muy en segundo plano, la colección de exempla. Aparte, claro está, de la literatura historiográfica.

La relación de las sagas con la literatura hagiográfica (latinomedieval, fundamentalmente) es cuestión tradicionalmente discutida. Si en una primera época se tendía a considerar las sagas desde la perspectiva de su origen oral «popular» como fruto de un «espíritu germánico», y se creía ver en ellas un «género literario» pangermánico que, como tantas otras cosas, sólo se nos había transmitido gracias a la isla noratlántica, pronto (ya en el siglo XIX) pasó a considerarse a estas obras como algo exclusivamente escandinavo, para, finalmente (ya en este siglo), llegar a entenderlas como algo plenamente peculiar y característico de Islandia, sin parangón en las otras literaturas escandinavas medievales ni, mucho menos, en las hipotéticas literaturas germánicas primitivas.
Y no sólo eso, sino que, además, ese carácter «germánico» se fue perdiendo en la consideración de los críticos hasta que, finalmente, la saga llegó a entenderse, de manera generalizada, como una parte de la literatura medieval europea.
Así, las sagas (en sentido estricto) están más cerca de las vidas de santos o de los exempla didactizantes que de los poemas heroicos de la Edda, el Beowulf o el Hildebrandslied. No se trata de la continuación de una «antiquísima tradición literaria germánica» (que sí existió, y que tan bien representada está en Islandia), sino de la creación de un género literario peculiar en la isla septentrional, siguiendo los cauces establecidos por la literatura cristiana.

1.1.4. Sagas e historiografía

He mencionado más arriba la literatura historiográfica medieval. Conviene hacer aquí una pausa para señalar algunos aspectos de la misma que resultan de especial interés para entender el nacimiento y la evolución de la saga. En la historiografía medieval encontramos, entre otras cosas, una diversidad en la utilización de fuentes que se aproxima a lo que antes se indicó respecto a las sagas. Por otra parte, no puede ignorarse un cierto intento (no siempre logrado, al menos desde la perspectiva actual) de crítica de las fuentes, de búsqueda de lo «más probable» entre las diferentes versiones que tradicionalmente podían ofrecerse de los sucesos históricos, una utilización de las obras literarias (por ejemplo, la épica) como fuentes históricas, incluyendo también las composiciones orales de carácter más o menos «popular», tradiciones, etc. Por fin, no puede olvidarse que una parte al menos de esa historiografía unía a sus intereses puramente históricos otros de carácter más literario (aunque, por regla general, la historiografía medieval no pueda considerarse, hoy día, como «lectura lúdica»). Como se ve, son características que comparte este género con las sagas, aunque éstas, como ya se dijo, poseen un componente «literario» («lúdico») considerablemente mayor.

En Islandia, como en el resto de la Europa cristiana del medievo, la literatura histórica tuvo gran importancia desde un comienzo. Entre las primeras obras producidas en Islandia están las historias del país o, más atrás, de los reyes noruegos, y se tradujeron también -o, simplemente, se conocieron- obras extranjeras. El primer escritor islandés conocido, Ari Thorgilsson el Sabio, fue historiador, autor de un Íslendingabók o Libro de los Islandeses y de una primera versión del Landnámabók (Libro de la Colonización), donde se cuentan los primeros años de la ocupación de Islandia por colonos noruegos. Igualmente, Saemund el Sabio fue historiador, aunque sus obras no hayan llegado hasta
nosotros. Y entre las composiciones más antiguas en lengua islandesa estuvo una primera versión de la Saga de San Olaf, que también se ha perdido. La dedicación
islandesa a la historia no tiene parangón en Escandinavia (donde no faltaron historiadores; mencionaré solamente al danés Saxo Gramático, que escribió en latín). Prueba de ello es que fue un islandés, Karl Jónsson, el encargado por el rey noruego Sverri de escribir -bajo su dirección inmediata- su historia, la Saga de Sverri. Igualmente, las historias de reyes noruegos anteriores son obra de islandeses, y no de noruegos.


SNORRI STURLUSSON - SAGA DE EGIL SKALLA-GRIMSSON

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...