domingo, 30 de noviembre de 2014

En torno al género de la crónica por Ignacio Echevarría

"(...) La crónica es —como el reseñismo— un género bastardo, surgido de los devaneos del periodismo con —digámoslo así— la subjetividad. Quiero decir con esto que si el periodismo tiene o debiera tener por premisas, a la hora de informar, la objetividad, la neutralidad, la imparcialidad, la impersonalidad, etc., la crónica, por el contrario, introduce en su ámbito específico —el de la información, entendida en un sentido amplio— los acentos justamente contrarios. Pero lo hace, eso sí, sin renunciar al propósito de ofrecer un reflejo fiel de la realidad de que se ocupa, por mucho que tantas veces escoja los aspectos más insólitos, marginales o inadvertidos de la misma.
Resulta tentador desplazar —como suele hacerse— el concepto de subjetividad por el de literariedad, pero la ganancia es escasa, y a cambio todo se embadurna de la peor manera. Allá ellos los cronistas si se tienen a sí mismos por literatos: lo que los caracteriza de puertas afuera, lo que imprime carácter a su trabajo y lo distingue del que realizan el común de los narradores es la naturaleza de su compromiso con —ejem— la verdad. Un compromiso que sin duda pueden obviar de muchas formas, pero no sin riesgo (un riesgo que nunca corren el cuentista o el novelista) de ser tachados de mentirosos.
Lo cierto es que su condición bastarda desinhibe en los cronistas el empleo de muchos de los recursos propios de la literatura, y en demasiadas ocasiones eso los decanta irresponsablemente hacia ella. Por otro lado, la explícita subjetividad de la que tantos cronistas hacen gala suele ser recibida con simpatía por quienes, muy justificadamente, recelan de esas pretensiones de objetividad, de neutralidad, de imparcialidad del periodismo tradicional, pretensiones que pocas veces consiguen encubrir la tendenciosidad de una particular perspectiva ideológica.
Hasta cierto punto, la relativa bonanza de la que viene disfrutando de un tiempo a esta parte el género de la crónica tiene mucho que ver con el descrédito del periodismo como institución y como discurso, como plataforma puesta al servicio del conveniente conocimiento de la actualidad. Desde siempre, la crónica (en cualquiera de sus múltiples modalidades, desde la vieja crónica costumbrista hasta el gran reportaje de investigación) ha actuado, en el marco del periódico, como un elemento compensatorio, cuando no subvertidor, de los severos imperativos deontológicos del oficio. Pero no deja de ser peligroso que prospere en detrimento de estos. No parece casual la insistencia con que se afirma que la crónica es un género con especial arraigo en Latinoamérica. Entre las múltiples razones que pueden aducirse para sustentar este supuesto no cabe descontar el déficit de credibilidad que el periodismo de información suele presentar en un continente en el que la prensa se halla en buena parte al servicio de la plutocracia dominante. Desde este punto de vista, la crónica ha desempeñado a menudo un papel decisivo a la hora de abordar y de tratar asuntos deliberadamente sustraídos a la atención de los ciudadanos.
Ahora bien, conviene preguntarse si el tan cacareado auge de la crónica no es síntoma, además, de otras cosas menos halagüeñas. Pues no es una buena noticia para nadie la común renuncia a la objetividad, por problemática que esta sea; tampoco a la pretensión de que pueda armarse una visión imparcial y no personalizada de la realidad. Respecto de esto último, algo tiene la crónica de periodismo “privatizado”, comercial, especialmente proclive, por ello mismo, a desempeñar funciones decorativas, a ser cultivado en los magazines dominicales o en revistas de élite, a ensimismarse en un inocuo exotismo de lo real.
Por otra parte, aun si aguanta la tentación de arrimarse a la orilla de la literatura, la vitalidad de la crónica parece a momentos solidaria con el difuminamiento de los límites entre realidad y ficción; con el espíritu de unos tiempos en que parece abonarse con sospechoso énfasis la idea de que toda lectura de la realidad sin duda conflictiva en que nos hallamos envueltos es una ficción más, una convención tan discutible como cualquier otra, lo cual tiene por consecuencia el pertinaz desaliento de cualquier impulso de resistirse a ella, de intervenir en esa realidad con el ánimo de transformarla.".

Fuente: http://www.elmercurio.com/blogs/2013/12/29/18215/En-torno-al-genero--de-la-cronica.aspx

sábado, 8 de noviembre de 2014

Marcelo Hartfiel - Budita

“No tiene hambre, no tiene sed. Ha llegado tan lejos y sin embargo necesita llegar aun más lejos, para terminar lo que empezó.”
George Saunders

Budita


Los pibes de Garay dicen que el Chino de Brasil se lo garchaba, porque el Turquito se pasaba todo el día en lo del Chino, pero esas son todas boludeces. Maldades de los wachines para bardearlo y cagarse de risa, siempre a sus espaldas. La verdá es que el Turquito una vez lo quiso arrebatar al Chino Viejo, que parecía dormido sentado al solcito en la vereda, y cuando le quiso meter los ganchos el Viejo lo agarró de la muñeca, se la retorció y lo sentó de culo. Te juro, era medio ninja el Viejo, lo sentó de culo y andá a saber que mierda le habrá dicho que desde ese día, el Turquito se rescató. Se pasaba todo el día con el Chino Viejo, el padre o abuelo del dueño del mercadito, que tenía como mil años. No se de que carajo hablarían porque al viejo nunca se lo escucho hablar una palabra en castellano y el Turquito apenas hablaba en argentino. La cuestión es que el viejo estaba todo el día al pedo, en la vereda, sentado en una silla más vieja que él con el Turquito al lado, sentado en el piso. Debe tener mi edad el Turquito, unos 15 años mas o menos, pero picante, no se come una. Lo he visto cagar a palos a gente grande, era una maquina que no paraba de revolear trompazos hasta dejarte inconciente. Por eso nunca se le faltó el respeto cuando se rescató. El Monito se comió flor de paliza por boludearlo. Fue la última biaba que el Turquito le dio a alguien, después de eso nadie se atrevió a enfrentarlo. De dos tortazos y sin decir palabra lo dejó desmayado, tirado culo pa’arriba. Ya no fumaba, no jalaba, no tomaba, no chupaba, no garchaba, no hacía nada. Ni la paja se hacía. Todo el día al pedo al lado del Chino viejo. Después, cuando cerraba el Chino, venía a la estación y dormía en su rincón, ahí debajo de la escalera que te lleva al subte. Casi que ni comía, solo tomaba esa agua sucia que el Viejo le daba en un frasco de mermelada con yuyos adentro y, si pintaba una pizza o alguna sobra que nos traía alguna vieja, el Turquito apenas probaba y se la pasaba a los mas chiquitos. Cuando nos despertábamos, el ya se había ido al Chino. Era como que el viejo le había contagiado la vejez. Era un pendejo viejo. Flaquito flaquito estaba, piel y hueso, pero rescatado. Se lo veía bien, sanito,  pero parecía como amargado. No le sacabas una palabra ni a ganchos, no le interesaba nada. Se cagaba en todo. Al principio pensé que todo le chupaba un huevo, pero después me di cuenta de que en realidad estaba mas allá de todo y de todos. Es como que sabía algo que la gilada ni siquiera se preguntaba. ¿Como lo sabía? El Chino Viejo.
La cuestión es que un día el Chino Viejo no estaba y cuando le preguntó al Chino y se enteró que estaba muy enfermo, se sentó en la vereda como siempre, sin decir nada, pero sin el viejo al lado. A la nochecita se venia para la Estación y al amanecer se iba al Chino. Así pasó una semana hasta que un día el Chino no abrió, pero el Turquito se sentó igual en su lugar y se quedó ahí todo el día y toda la noche. Yo lo pasé a buscar para ir a la estación, pero ni bola, che. Estaba sentado, con los ojos cerrados y no se lo movía un músculo. Lo mandé a la mierda y me fui a dormir. Al otro día me enteré que cuando el Chino fue a abrir, a la mañana siguiente, le contó al Turquito que el Chino Viejo era boleta, pero ni se mosqueo el Turquito, siguió sentado todo el día en el mismo lugar sin moverse ni abrir los ojos. Estaba como hipnotizado, en coma estaba. El Chino lo aguanto todo el día y hasta le llevó un frasquito de esa agua sucia con yuyos, pero nada. Hasta que antes de cerrar, se pudrió, le dijo que se fuera y como no recibió respuesta, trató de echarlo a escobazos. Pobre, el Chino no era ninja como el Chino Viejo y si no los separan los empleados, el Turquito lo molía a palos. Se rajó antes que llegue la yuta y por una semana no supimos mas nada de el. Hasta que me cruzo con un amigo y me dice que lo vio en Parque Patricios, sentado en este árbol. Y ahí estaba, tal cual Ud. lo ve. Hace más de un mes que está así, sin moverse, sin comer, sin tomar agua, sin ir al baño. El techito se lo armé yo con una lonita para que no le de la lluvia ni lo caguen las palomas.

El verborrájico relator de los hechos precedentes es un niño de unos 15 años que vive en la calle, a quien llamaremos Juan para preservar su identidad, y se refiere a los últimos acontecimientos de la vida del Turquito, otro chico de la misma edad y situación, que en este momento estoy viendo a través de las rejas que lo protegen a el y al histórico e imponente Ombú del Parque de los Patricios en la esquina de la Av. Caseros y Almafuerte. Llegué al lugar unas dos horas antes de presentarme ante Juan como enviado de la agencia de noticias a la que represento y me confundí entre la pequeña muchedumbre de curiosos, tratando de pasar inadvertido. El niño de ojos cerrados, sentado en un hueco del tronco principal, con las piernas cruzadas y los dedos de cada mano juntos, flexionadas las manos formando un cuenco, la mano derecha encima de la izquierda y los pulgares unidos a la altura del ombligo, parece no respirar. Cerca de la reja, del lado interno había una pequeña alcancía de cartón con el titulo de donaciones donde, cada tanto, alguien deja caer algún billete. Cintitas rojas, estampitas, velas, botellas con agua y papelitos escritos a mano forman parte de las ofrendas que la gente va dejando, junto con algún rezo, algunos en silencio otros ostentosamente. Una mujer que pasa por ahí mira entre curiosa y desconfiada, se aferra a su cartera y apura el paso. Un chiquillo le arroja al “santito”, como lo llama su madre, migas de pan que terminan comiendo las palomas, hasta que lo sorprende Juan y le llama la atención a su madre. Detrás de Juan, hay dos muchachitos que lo siguen a todos lados y repiten lo que dice o lo remarcan con alguna onomatopeya según el caso. Me acerco, me identifico y luego de colaborar con mi “donación”, me aparta y se despacha, de un tirón, con el relato transcripto al comienzo de la presente, el cual no me atreví a interrumpir hasta que el me dio a entender que había terminado, con una mirada interrogatoria, como preguntando si le había ido bien en un tácito examen.

P: ¿Durante todo este tiempo han estado siempre con el?
Juan: Tratamos de turnarnos para que no lo zarpen, pero si llueve o hace mucho frío a la noche, no se quedan ni las palomas. Nos vamos y volvemos a la mañana temprano.
P: ¿En todo este tiempo no ha comido, ni bebido, ni se ha movido?
Juan: Nada, a menos que se haya mandado una paloma a escondidas...
P: ¿Qué hacen con las  donaciones?
Juan: La usamos nosotros para comer, porque cuidándolo todo el día no podemos salir a laburar
P: Difícilmente una persona pueda vivir más de 5 días sin agua ¿Cómo explicas que lleve mas de un mes así?
Juan: Yo no tengo nada que explicar, yo te cuento las cosas como son y vos sacá tus propias conclusiones. ¿Y si el chabón es un santo? ¿O el Chino Viejo era un santo y le dio un don al Turquito?¿O si está cumpliendo alguna promesa? El no lo llamó a Ud., ni fue a la televisión para mostrarse, ni quiere ser famoso, el loco solo se sentó  en un árbol y se quedó quieto. Meditando, dicen. Yo creo que lo único que quiere es que le dejen de romper las bolas, por eso hay que cuidarlo al Turquito. No se que mierda está haciendo, pero estoy seguro que cuando se despierte, algo bueno va a pasar.
P: ¿Te das cuenta de que podría estar enfermo, que está en juego su salud y es un menor de edad? ¿No crees que debería recibir asistencia médica?
Juan: ¡Asistencia médica las pelotas! ¿Cuándo mierda se calentaron vos, la yuta, el gobierno, la UCEP, y quien mierda sea por nuestra salud? Vos ves a los wachines vomitando las tripas,  todos cagados, cojidos, paqueados, tosiendo los pulmones en la calle a plena luz del día y a nadie le calienta. ¿Ahora aparece un pibe que hace algo extraordinario, algo milagroso y les preocupa su salud? El año pasado cuando nos dieron la biaba en la taquería y quedó una semana escupiendo sangre, a nadie le interesaba su salud.
P: Mencionaste a la UCEP ¿Por qué?
Juan: La UCEP son unos hijos de puta de no se que mierda de espacio publico, que te caen a la madrugada con un camión de basura donde  te cargan los colchones, las frazadas y todas las pocas cosas que puede tener la gente de la calle y te echan a la mierda. Y si te retobas, te cagan a palos , seas menor de edad, como decís vos, seas una vieja o una mina embarazada.
P: ¿Y lo de la comisaría, como fue?
Juan: Nada, cosas que pasan.
P: ¿Pasan muy seguido?
Juan: Pasan...
P: Pregunto porque trato de entender como y porque llegó el Turquito ahí. Lo que está haciendo, si es que no sufre alguna patología, es una meditación profunda que, aún a personas entrenadas y dedicadas casi exclusivamente a ello les lleva toda una vida alcanzar y pocos lo logran.
Juan: Pregúntele al Turquito cuando se despierte.

Saludé a Juan y sus acólitos, crucé la avenida Almafuerte y desde la confitería de enfrente observé el espectáculo del Santito, el Budita, el pibe de la calle que “hace algo extraordinario, algo milagroso”, y me embargó la esperanza. En el budismo lo que importa es la doctrina, la salvación y las cuatro nobles verdades: el sufrimiento, el origen del sufrimiento, la curación del sufrimiento y el medio para llegar a la curación. Al final está el nirvana y el Nirvana es la salvación final del Karma. El Turquito sabe de sufrimiento, probablemente sea de lo que mas sepa en la vida, pero con ello solo lamentablemente no basta ¿Como llegó al conocimiento del medio para lograr la curación de ese sufrimiento? ¿Es el Viejo Chino un maestro budista capaz de transmitir su sabiduría mediante una especie de ósmosis, sin mediar palabras? ¿Estamos ante la presencia de un milagro o nuestra occidental ignorancia nos impide comprender nuestras capacidades? Entreverado en estas cavilaciones se me pasó la tarde y llegó la noche acentuando el frío. Enfrente, Juan retiraba la caja de donaciones y se marchaba con sus amigos. Al turquito no lo podía distinguir desde mi posición, pero ya no se veía a nadie a su alrededor. Decidí esperar para observarlo detenidamente en la quietud de la noche, así que una vez que terminé de escribir el borrador de la nota, pedí la cena regada con un pingüino tinto de la casa.
Era noche cerrada ya cuando crucé la avenida en dirección al Ombú desierto. No era una metáfora de Juan, no quedaban ni las palomas cuando el frío reinaba en el parque. Al salir a la calle, el viento frío despejó la modorra del hambre saciada y el vino barato pero ante la visión del Turquito, confundido entre las raíces desnudas de ese centenario árbol que lo abraza y protege de las inclemencias del tiempo, me invadió una especie de sopor donde, por un breve lapso de tiempo, el frío y el viento desaparecieron para dar lugar a la calma chicha donde todo se esclareció dentro mi ser y disipó todas mis dudas sobre la autenticidad del Turquito.
La nota publicada por la agencia de noticias fue levantada por varios medios nacionales y el Turquito, de la noche a la mañana, se convirtió en una pequeña celebridad. Fueron varios medios e hicieron guardias de 24 hs tratando de descubrir el fraude pero el Turquito seguía inconmovible a pesar del escándalo a su alrededor. Hasta que una noche de tormenta, después de mas de dos meses de meditación, la muchedumbre se disipó para ponerse a resguardo y cuando volvió el Turquito ya no estaba. Hay quien dice que se alejó para continuar su meditación anónimamente, hay quien dice que se elevó a los cielos, que alcanzó el nirvana y se desmaterializó y hay quien dice, como Juan, que lo chupó la UCEP. 
Este cronista prefiere imaginar que El Chino Viejo era un maestro Zen y que le abrió las puertas del Satori* al Turquito y este se fue en busca de un lugar mas pacifico y anónimo a terminar lo que empezó para luego volver y hacer por sus compañeros, los pibes en situación de calle, lo que su Maestro hizo por el.

M.A.H.


(*) El satori, en el Budismo Zen, es un procedimiento para llegar a la iluminación, que no es otra cosa que la vuelta a la condición original. A la conciencia del niño, volver a la verdadera condición normal, sin karma, sin complicaciones. Al Satori solo se llega por una intuición brusca, mediante una respuesta ilógica a una pregunta cualquiera. Uno debe intuir de pronto la verdad. El discípulo pregunta ¿Cuál es el sentido de la vida? Y el maestro le responde “Que cara está la cebolla”. Estas palabras no encierran un sentido alegórico; son una respuesta disparatada para despertar, de pronto, la intuición. También se puede llegar por un hecho brusco, por un golpe, como cuando El Chino Viejo “lo sentó de culo al Turquito”.

sábado, 18 de octubre de 2014

Leopoldo Marechal - El banquete de Severo Arcángelo

PRIMERA EDICIÓN: Setiembre de 1965 – Editorial Sudamericana

“…si lo extraordinario parece hoy inaccesible a la criatura humana es porque la criatura humana se ha venido apretando en horizontes mentales cada vez más estrechos, y porque la zona cortical de su alma se ha solidificado en un cascarón infranqueable; y que le bastaría con ofrecer algunas “aperturas” en la cáscara frágil aún de su endurecimiento para que Lo Extraordinario se manifieste con absoluta naturalidad”

Argumento.
El 14 de abril de 1963, el autor, Leopoldo Marechal, rescata de su altillo una carpeta con la etiqueta: El banquete de Severo Arcángelo, y toma la decisión de escribir lo acontecido en ese evento. La historia comienza cuando Marechal, que visitaba a un amigo en un hospital, conoce a Lisandro Farías, un moribundo vecino de cama de su amigo, y que según sus dichos en quince días moriría. “Yo Lisandro Farías, nacido en la llanura, muerto en Buenos Aires y resucitado en la Cuesta del Agua…”

Ese encuentro no casual, los relatos y el material traído por Farías de la Cuesta del Agua (la carpeta) y que entrega al autor, permitirán escribir esta novela. “Severo Arcángelo había previsto la conveniencia de facilitar algunas “aperturas” al hermetismo del Banquete. Yo (Farías) soy el mensajero y usted (Marechal) el receptor, gústenos o no”. Un lugar y un personaje casi míticos, la Cuesta del Agua (donde se irían después del banquete) y Pablo Inaudi (El Maestro), están permanentemente presentes en la historia, orientando la trama aunque no se los vea. Pablo Inaudi solo aparece como en un sueño, como un relámpago en la noche, en una inquietante conversación que mantiene con Farías. Lisandro Farías es un periodista exitoso pero desencantado de su profesión, y que la define así: “¿Qué cosa es un periodista?... el periodista es un ente que, por fatalidad de oficio, está condenado a escribir todo de todo, sin saber nada de nada”. En su relato Farías cuenta como en un momento de profunda crisis, luego de la muerte de su esposa Cora Ferri, intenta poner fin a su vida y es rescatado por la “Envida Número Tres”, enviada por Severo Arcángelo, para invitarlo a la organización del Banquete. Severo Arcángelo es un industrial metalúrgico que tiene una importante fundición en Avellaneda. Llegado el día y hora de la invitación lo pasan a buscar a Farías y lo llevan a una “quinta de veraneo” de San Isidro, propiedad del fundidor, donde se lo instala en un Chalet, próximo a la “Casa Grande” donde se llevaría a cabo el Banquete, junto al Profesor Bermúdez y el Doctor Frobenius. Ambos se sentarán a la mesa del Banquete, y ambos, también fueron rescatados de situaciones límites por la Enviada Número Uno y la Enviada Número Dos, respectivamente. El profesor es el que lo introduce en la mística teatral del Banquete y lo lleva a la entrevista con Arcángelo. El Metalúrgico de Avellaneda representando una farsa con ribetes teatrales le cuenta como Pablo Inaudi le hizo “la Proposición del Banquete”. A partir de allí Farías se ve envuelto en una trama, donde aparecen y desaparecen extraños personajes siguiendo un preciso libreto, que él no alcanza a comprender y que su último acto sería el Banquete. “El gran Viejo (ese era uno de los apodos de Severo Arcángelo) perfecciona su libro teatral en cada una de sus representaciones.

Bajar Libro.

sábado, 11 de octubre de 2014

UN LIBRO MALDITO Por Claudio Javier Castelli


Obertura sobre el libro de René Palacios More, “Objeto Fractal Para Gobernantes del Imperio”, editado por dadábrolisdadá, baires, 2013.
Objeto fractal para gobernantes del imperio” es un libro maldito, no sólo porque él autor es un poeta maldito, sino que está doblemente maldecido por el hecho maldito del peronismo, como acontecimiento sustancial y vivencial de la política Argentina, cada vez que éste vuelve a las fuentes revolucionarias del primero y segundo gobierno de Perón.
Si Scalabrini Ortíz escribió “El hombre que está solo y espera”, en 1931, con un capítulo dedicado a “El hombre de Corriente y Esmeralda”, en sintonía con el hombre que esperaba la revolución nacional, este libro de René es una forma de elegía al líder que encabezaría la revolución nacional. Y esta hecho de la misma madera que el libro de Scalabrini Ortíz.
Lo fractal es una voz inventada por el matemático francés Benoit Mandelbrot, en 1975, que consiste “en una figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos que tienen la propiedad de que en su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea la escala con que se observe” (RAE), el libro de René es un objeto fractal consumado. Cualquiera sea la escala de observación y lectura del libro, es invariable, como el ser de Parménides, más allá de las vicisitudes cotidianas, es un ser, un hombre, jugando a los dados con el universo de la contingencia, de lo que puede o no ser, tirando las cartas al qué será, la única y universal manera de ser auténticamente libre, una criatura humana sobre este planeta, por supuesto que sufriendo todas las dificultades del andar sin un mango en el bolsillo, a la buena de Dios.
Puede ser entendido este libro como la Biblia del peronista perseguido; Atahualpa Yupanki pensó “Las Coplas del Payador perseguido”, siendo Yupanki alguien perseguido por el peronismo por su afiliación al Partido Comunista. René nos presenta estas coplas del peronista perseguido por militares, democracia boba, medios de comunicación dominantes y cultura oficial, hasta darse de bruces con Néstor y Cristina, referentes fundamentales, de la tradición peronista.
 Pero el libro no encuentra paz, hasta cuando, al decir borgiano “el sabor de la manzana no está en la fruta misma sino en el contacto de la fruta con el paladar del lector”, lector que pasa a ser cómplice fugitivo, con el autor, después de la primera línea leída, por la coparticipación a que invitan sus versos.
Pero una vez que el libro acepta esa coautoría, advierte que hay más, hay una vida de poeta adentro. Personalmente quise ser poeta en los ochenta y principios de los noventa, fue una de las experiencia y de los propósitos más importantes que tuve en la vida; pero me di cuenta después, con el transcurrir de los años, que había que tener agallas para ser poeta a todo trance. Bueno, en René, tenemos a un hombre que dedicó su vida al arte y a la poesía. Cuando lo conocí personalmente, hace dos años, en una librería de viejos, en la calle Corrientes (“Kafka y Cía”), donde nos reunimos, desde entonces, marginales y poetas, lo busqué enseguida en la “Antología de la poesía Argentina”, en tres tomos, de editorial Fausto, de Raúl Gustavo Aguirre.
René era uno de los poetas que había sido de mi agrado, porque lo tenía señalado con una marca, marca que este libro lleva en la frente, que René lleva en la frente, con “Con tu pinta poeta de gorrión con gomina”.
Si uno, a medida que pasan los versos: va reconociéndose en ellos, no lo dude Sr. Lector, usted es peronista con carné del club.
Los que nunca
Fueron forzados a declarar
Los que nunca
hurgaron en la basura
Los que nunca
tuvieron que reconocer el cadáver”
Estos tres versos se meten en la historia de la Argentina y de América Latina, ¿quién no podría sentirse interpelado por estos versos? Sólo los otros, los dueños del poder político y económico durante tantos años en el país, podrían rechazarlos, sentirse incómodos, porque eran sus autores, cómplices o encubridores o instigadores de los verdugos.
Todo el libro es una declaración de guerra a los oligarcas aviesos, para los “enemigos ni justicia”, dicen que dijo el general.
En esta posmodernidad tuitera, cada uno de los versos son un tuit directo al meollo del mundo nacional y popular, al cogollo cómodo de la vida burguesa, de la vida bacana. Aunque René también es un bacán porteño de la poesía vanguardista y clásica.
Los que nunca
Jugaron su último dinero a un billete de lotería
Los que nunca
se agacharon a recoger una colilla”
Cuantas veces, mientras disfrutaba (decir disfrutar…) la internación en un Hospital Psiquiátrico, por mi apego antiguo a vicios non santos, me agaché a recoger una colilla, en un territorio desolado, de tierra baldía, al decir de Jacobo Fíjman “El camino más alto y más desierto” “se acerca Dios en pilchas de loquero” “Piedad”. Pero René de ninguna manera le pide piedad a la vida, al contrario, quiere que sus excesos lo revuelquen en una ola artística y golosa, como esos cuatro amigos que se habían reunidos en una casa, en las afueras de París, para comer hasta morir, en la película de Marco Ferreri, “La gran comilona”. En René, es ópera, sexo, literatura, cine, y charlas largas.
La poesía de René, como decía Octavio Paz, de la poesía de Enrique Molina, “como un cuchillo se hunde en la realidad”. Es una experiencia netamente vivencial no existencial. Lo existencial tiene un tono, un amaneramiento, un manierismo superfluo y vacío, lo vivencial es peronista.
Pensaba en esos días, cuando llegando a fin de mes, tenemos dos pesos en los bolsillos, cuántas veces nos jugamos el último billete en un número a la quiniela. Por lo menos René plantea jugárselos en un billete de lotería, por el cual hay que contar con 10 o 20$. Es infame el verso, pero tiene su “aristocracia arrabalera” en el juego, y su lucha de clases, entre los olvidados que juegan su número de quiniela, y los aristócratas que con los últimos pesos juegan un billete de lotería.
Los que nunca
vieron que a veces todos los días son grises”
Esa expresión adverbial, “a veces”, es el gozne entre un decir cotidiano, o un decir universal: de peronismo para todo el mundo.
Si el verso dijera:
Los que nunca
Vieron que todos los días son grises”
Sería un verso para la izquierda cipaya, o para un radical progresista, hundido por la fuerza de la burguesía, de sus propias cabezas. Se disfrazaría la vida de un pesimismo sabatiano, que la vida real no tiene, que el pensamiento, el arte y menos el arte de René tienen. Pero, el “a veces”, además de darle aquello por lo cual durante siglos se mataron los hombres, la verdad, aporta verdad al verso.
La verdad es en Hegel: idea, unión de concepto y realidad. Esa idea como verdad tiene tres formas de accesos al absoluto: el arte, la religión y la filosofía. Claramente, en René, la forma de acceso al absoluto es el arte. Y la vía de ascesis en él es unión de forma y contenido en vida poética.
Hay además en todo el libro, a lo largo de cada verso, algo no dicho, sugerido, y que no cierra con el final, algo abierto a la indecisión, a la incertidumbre de la vida bohemia, a la sorpresa cotidiana de la vida, a esas pequeños momentos, en que algo otro nos es revelado, en una persona, en una ocasión, en una circunstancia, vayan como ejemplo, estos versos:
Los que nunca
Contemplaron el rostro de su mujer lleno de incertidumbre
Los que nunca
razonaron largamente sobre la inutilidad de sus actos”
Los versos de este libro, nos llevan por un camino ciego, pero que tiene salida cuando los líderes de los pueblos se ocupan de los excluidos, los marginados, los ausentes de las estadísticas, y sondeos para presidente, y continúan la revolución nacional y popular inconclusa, siempre inconclusa, porque siempre hay mayor igualdad y justicia que reclamar.
Volvamos al principio, al carácter de poeta y libro maldito, el malditismo condenó a muchos poetas a una vida errante, y en no pocas veces a la autodestrucción, descuidando la belleza de la obra poética, pero es Borges quien dice “el infortunio personal del individuo puede ser la fortuna del poeta”, en los noventa, la vida y el arte se habían fragmentado y se condenaba el estigma de querer vivir como se escribía, recuerdo artículos al respecto en “El diario de poesía”, Hoy, pasadas esas ingenuidades, un verdadero poeta solo puede ser quien une escritura y vida.
Como los vagabundos de la ópera “La boheme”, de Giacomo Puccini, que deambulan por buhardillas sin destino, donde se puede encontrar, después de infinitos intentos, la matemática, científica, literaria, cinematográfica y exacta palabra, que va en la frase o el verso trabajado, y artesanalmente, baldomerianamente, ejercitados, también como “Mimí” pueden desfallecer en el intento, en la construcción de la vida y obra, como “Griseta” “al arrullo funeral de un bandoneón”, y, a pesar de ello, jugar la partida de ajedrez con la muerte, como en la película “El séptimo sello”, de Igmar Bergman, para sostener la vida artística ante toda oposición y obstáculos, que siempre nos acompañan en nuestros designios.
René la ha mantenido toda la vida, la vida maldita que le ha tocado en suerte.
Octubre de 2014.

jueves, 25 de septiembre de 2014

LA FARSA DE LA ILUSIÓN por Claudio Javier Castelli.


El mito del tanguero, es un hombre mayor solo en un bar de Buenos Aires tomando una copita de ginebra, echando toda suerte y verdad al alcohol y la nostalgia. Si es en la calle Corrientes mejor. Fotografiado es una postal para exportación, como el baile aguzado en un abanico de piernas, que el milonguero real no baila; pero el hombre solo en un bar, piantado de la vida, en la plenitud del espíritu del tango, cuando ya tiene la absoluta convicción que "veinte años no es nada", es también la postal de la farsa de la ilusión, conque nos engañamos permanente, para volver a desencantarnos, e "inventando otra esperanza para volver a vivir", dice el rock (Nebbia, Sólo se trata de vivir).

Homero Expósito escribió "Loco torbellino", un tango magistral interpretado por Goyeneche, el final de los versos dice:

"Por qué no hilvana este dolor de mi voz
Si me revuelco en un rincón del pensamiento,
Y hace mi esperanza
de agua mansa que suaviza
la farsa de la ilusión."

La esperanza suaviza la farsa de la ilusión, pero la farsa de la ilusión, es la del mundo real, el que percibimos, aprisionado por los sentidos, las sombras que vemos en la pared del mundo, como en la alegoría de la caverna, en Platón. El tanguero se desencanta de ese mundo real, pero vuelve como nostalgia, y "la nostalgia llovizna desde un cielo vacío" (Carlos Mastronardi). Esa llovizna es la esperanza, que reescribe un pasado y un futuro, donde la farsa, lo grotesco está condenado a repetirse irremediablemente.

La Biblia habla en versículos de Pablo, "El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes" (Romanos 4:18), refiriéndose a la fe de Abraham, cuando la esperanza, digamos la farsa de la ilusión, se cae como un castillo de naipes, la esperanza se yergue como castillo inmutable, como las pirámides de Egipto. No sé cuantos tangueros hay creyentes, creo que muchos, pero desde luego que no es la fe en un Dios necesariamente la esperanza contra esperanza, puede ser la misma esperanza, que renace de la cenizas, como en el famoso poema de Rudyard Kipling: Si, "O contemplar que las cosas a que diste tu vida se han deshecho,y agacharte y construirlas de nuevo,aunque sea con gastados instrumentos!"

Entre nosotros fue José Ingenieros, en "El hombre mediocre", a principios de Siglo XX y siguiendo a Nietzsche, quien hizo de la voluntad un instrumento para toda búsqueda, para toda meta, una voluntad contra voluntad, o esperanza que suaviza la farsa de la ilusión.La esperanza que martilla, como en el mito de Sísifo, la piedra que se lleva hasta la cima, para dejarla caer después, y Camus dibujó como el esfuerzo inútil del hombre, con el pesimismo ancestral de la filosofía francesa como fondo, y el tanguero como personificación de la conciencia de ese esfuerzo inútil.

La Biblia lo dice más claro "Vanidad de vanidades, todo es vanidad" (Eclesiastés 1:2). Ese versículo es repetido por Michel Piccoli, en la película "La gran comilona", de Marco Ferreri, en la casa en las afueras de París, donde cuatro amigos, se habían reunido para comer hasta morir. Una de las más grandiosas películas sobre la vanidad de los placeres de la vida.

El tango es pueblo. Individual, porque es la historia de la humanidad, y colectivo porque es la historia de la humanidad. La mezcla de sinsabores de la pasión amorosa, y la mezcla de sinsabores de la pasión política colectiva.

Por suerte la esperanza, suaviza la farsa de la ilusión. La esperanza no es más que la pasión repitiéndose, como en el mito del eterno retorno de lo mismo.

Por suerte algunos tangueros también tenemos el salto a la fe. Pero si no la tuviéramos, la música entrañable de un bandoneón, de un violín, la voz del "Polaco", cantando "Loco torbellino", reescribe, vivifica, aquello que entrados los cincuenta largos, se empaña del alcohol de los bares de Buenos Aires, en la eterna plenitud de la consistencia de la música del tango.

Claudio Javier Castelli

sábado, 13 de septiembre de 2014

Borges cada día escribe mejor.

¿Es Jorge Luis Borges el escritor más importante del siglo XX? se pregunta La Nación levantando a su turno una pregunta de La BBC sobre si el escritor argentino es el más importante del siglo pasado; "Leer las obras de Jorge Luis Borges por primera vez es como descubrir una nueva letra en el alfabeto, o una nueva nota en la escala musical", plantearon.
Leer las obras de Jorge Luis Borges por primera vez es como descubrir una nueva letra en el alfabeto, o una nueva nota en la escala musical.
Su amigo y colaborador Adolfo Bioy Casares llamó en algún momento a sus escritos "una parada intermedia entre un ensayo y una historia".
Son ficciones llenas de chistes privados y esoterismo, historiografía y notas sarcásticas. Son breves, a menudo con inicios bruscos.
Borges hace uso de laberintos, espejos, juegos de ajedrez e historias de detectives, creando un complejo panorama intelectual, aunque su lenguaje es claro, con matices irónicos. Presenta la más fantástica de las escenas en términos simples, seduciéndonos a ingresar en la bifurcada vía de su aparentemente infinita imaginación.
Hace medio siglo, cuando Ficciones, la innovadora colección de Borges, fue publicada por primera vez traducida al inglés, él era prácticamente desconocido en los círculos literarios fuera de Buenos Aires, donde nació en 1899, y de París, donde su trabajo fue traducido en la década de 1950.
En 1961, irrumpió en el escenario mundial cuando editores internacionales le concedieron el primer Premio Formentor en reconocimiento a sus excelentes logros literarios. Compartió el premio con Samuel Beckett (los otros autores en la lista eran Alejo Carpentier, Max Frisch y Henry Miller).
El premio impulsó la traducción al inglés de Ficciones y Laberintos, junto con un gran reconocimiento y fama para Borges.
La trama del laberinto
Desde el principio fue un escritor en sintonía con las tradiciones clásicas y las epopeyas de muchas culturas.
Desde el principio fue un escritor en sintonía con las tradiciones clásicas y las epopeyas de muchas culturas.
Creció inmerso en la lectura. Su padre, del cual Borges heredó una afección en el ojo que lo dejó ciego a la edad de 55 años, tenía "una mano literaria poco exitosa: algunos poemas, una novela histórica regular y la primera traducción al español del Rubaiyat de FitzGerald", dice Donald A. Yates, uno de los primeros traductores norteamericanos de Borges.
La abuela inglesa de Borges le leía clásicos de la literatura inglesa. "A pesar de ser miope, se escapó hacia un mundo donde la palabra impresa tenía más significado que la realidad circundante", dice Yates.
Cuando era niño, Borges escribía poesía y a menudo visitaba la biblioteca para leer largos artículos de autores que incluían a Samuel Taylor Coleridge y Thomas De Quincey, que se encontraban en los volúmenes de la Enciclopedia Británica. Pasó su adolescencia en Ginebra y España.
Ya siendo adulto, trabajó como bibliotecario y más tarde como director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. En 1930 ya había publicado seis libros: tres de poesía y tres colecciones de ensayos. Entre los años 1939 y 1949 escribió y publicó prácticamente toda la ficción que lo haría famoso.
"Cada escritor crea a sus propios precursores", Borges escribió en un ensayo sobre Kafka. "Su obra modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro".
Las propias influencias de Borges van desde Paul Valery a Arthur Schopenhauer, desde Dante a Beowulf y la Kabbalah.
Tradujo a Walt Whitman, Edgar Allan Poe, James Joyce, William Faulkner, Virginia Woolf, André Gide, Franz Kafka y poemas épicos en inglés antiguo y nórdico antiguo. Admiraba a Mark Twain, Robert Louis Stevenson, Lewis Carroll, Joseph Conrad y a los relatos de Henry James y Ring Lardner.
"Borges logró el máximo exponente de la fusión alto-bajo", dice la crítica Marcela Valdés, "mezclando material sensacionalista (historias de detectives, escenarios de ciencia ficción) con estructuras arquitectónicas y preocupaciones filosóficas. Amaba a Buenos Aires, pero el mundo que él creó en su ficción era esencialmente un mundo hecho de una biblioteca".
Fue un pionero en mezclar géneros, por ejemplo. "El jardín de senderos que se bifurcan", una historia del 1916 que tiene como protagonista al doctor Yu Tsun, un espía chino descendiente de un gobernador Hunnan que "abandonó todo para hacer un libro y un laberinto", es "una gran adivinanza, o parábola, en la que el tema es el tiempo" y una historia de detectives. Su primera publicación en Estados Unidos fue en la revista Ellery Queen Mystery.
En su ficción fantástica "Las ruinas circulares", Borges inventa un mago que se recluye en un antiguo templo para soñar a otro hombre en ser "y dotarlo de realidad". Surge un típico misterio borgiano: ¿El narrador es el que sueña o es él mismo que aparece en sueños?

Phantom books
Las ficciones también reflejan el enfoque original y postmoderno que tiene Borges hacia los libros y textos.
Como escribió en 1941, "La composición de vastos libros es una extravagancia laborioso y empobrecedora... Un mejor rumbo es hacer como que ya existen estos libros y luego ofrecer un resumen, un comentario... Más razonable, más inepto, más indolente, he preferido escribir notas sobre libros imaginarios".
Una de las primeras ficciones narrativas de Borges, "El acercamiento a Almotásim" (1938), es una breve revisión de un libro inexistente por un abogado de Bombay, que "no cree en la fe islámica de sus padres".
En la emblemática historia "Pierre Menard, autor del Quijote", el escritor imaginario Menard vuelve a imaginar pasajes de la famosa obra, un proceso exhaustivo que explora la especulación de Borges que sostiene que cada libro es continuamente actualizado por cada lector.
"La Biblioteca de Babel" presenta un universo (llamado la Biblioteca) "compuesto por un número de galerías hexagonales indefinidas, o tal vez infinitas, con enormes pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas".
Borges ha sido llamado el padre de la novela latinoamericana, sin el que el trabajo de Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes no hubiera sido posible.
"La influencia de Borges en la literatura latinoamericana es como el efecto de Sherwood Anderson en la ficción norteamericana: tan profunda que se ha vuelto difícil nombrar a un escritor contemporáneo importante que no haya sido influenciado por ella", dice Valdes.
"Algunos de ellos se ven afectados indirectamente, a través de los cuentos cortos de Julio Cortázar o de las novelas de César Aira o todo de Roberto Bolaño. El tono distante que marca mucho de la ficción de Bolaño, dándole esa extraña sensación de zona de tinieblas, proviene directamente de Borges, aunque Bolaño la modificó según sus propios fines".

El más importante
La relevancia mundial de Borges ha seguido creciendo durante las décadas posteriores a su muerte en 1986. "Hoy en día se podría considerar a Borges como el escritor más importante del siglo XX", dice Suzanne Jill Levine, traductora y editora general de la serie de cinco volúmenes de Borges de Penguin Classics.
¿Por qué? "Porque él creó un nuevo continente literario entre América del Norte y América del Sur, entre Europa y América, entre los mundos viejos y la modernidad".
Y Levine agrega: "la Internet, en la que coexisten simultáneamente el tiempo y el espacio, parece que hubiera sido inventada por Borges. Por ejemplo, considere a su famoso cuento El Aleph. Aquí la primera letra del alfabeto hebreo se convierte en el punto en el tiempo y el espacio que contiene todo el tiempo y a todo el universo".
Como Borges escribe en la historia, "Vi una pequeña esfera tornasolada de brillo casi insoportable. Al principio pensé que estaba girando; luego me di cuenta que ese movimiento era una ilusión creada por el vertiginoso mundo que lo limitaba. El diámetro del Aleph era probablemente un poco más de una pulgada, pero todo el espacio estaba allí, real y sin disminuir".
Tanto los lectores como los escritores siguen descubriendo un nuevo esplendor en la obra de Borges. Un legado apropiado para el hombre que una vez escribió "Siempre he imaginado que el Paraíso sería como una especie de biblioteca".

Jane Ciabattari - BBC Culture


Jane Ciabattari es una periodista y crítica de libros que trabaja en Nueva York y California. Es vicepresidenta del Círculo de Críticos Nacional del Libro y es la autora de la colección de cuentos cortos Robando el Fuego

Fuente de la nota: http://www.lanacion.com.ar/1726683-es-jorge-luis-borges-el-escritor-mas-importante-del-siglo-xx


jueves, 28 de agosto de 2014

Julio Cortázar - Historia verídica


A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.

jueves, 24 de julio de 2014

Jorge Luis Borges - El idioma analítico de John Wilkins

He comprobado que la decimocuarta edición de la Encyclopaedia Britannica suprime el artículo sobre John Wilkins. Esa omisión es justa, si recordamos la trivialidad del artículo (veinte renglones de meras circunstancias biográficas: Wilkins nació en 1614, Wilkins murió en 1672, Wilkins fue capellán de Carlos Luis, príncipe italiano; Wilkins fue nombrado rector de uno de los colegios Oxford, Wilkins fue el primer secretario de la Real Sociedad de Londres, etc.); es culpable, si consideramos la obra especulativa de Wilkins. Éste abundó en felices curiosidades: le interesaron la teología, la criptografía, la música, la fabricación de colmenas transparentes, el curso de un planeta invisible, la posibilidad de un viaje a la luna, la posibilidad y los principios de un lenguaje mundial. A este último problema dedicó el libro An Essay Towards a Real Character and a Philosophical Language (600 páginas en cuarto mayor, 1668). No hay ejemplares de ese libro en nuestra Biblioteca Nacional; he interrogado, para redactar esta nota, The life and Times of John Wilkins (1910), de P. A. Wrigh Henderson; el Woertebuch der Philosophie (1924), de Fritz Mathner; Delphos (1935), de E. Sylvia Pankhurst; Dangerous Thoughts (1939), de Lancelot Hogben.

Todos, alguna vez, hemos padecido esos debates inapelables que una dama, con acopio de interjecciones y de anacolutos jura que la palabra luna es más (o menos) expresiva que la palabra moon. Fuera de la evidente observación de que el monosílabo moon es tal vez más apto para representar un objeto muy simple que la palabra bisilábica luna, nada es posible contribuir a tales debates; descontadas las palabras descompuestas y las derivaciones, todos los idiomas del mundo (sin excluir el volapük Johann Martin Schleyer y la romántica interlingua de Peano) son igualmente inexpresivos. No hay edición de la Gramática de la Real Academia que no pondere "el envidiado tesoro de voces pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española", pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración. Por lo pronto, esa misma Real Academia elabora cada tantos años un diccionario, que define las voces del español... En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada palabra se define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos; también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia 1664, acometió esa empresa.

Dividió el universo en cuarenta categorías o géneros, subdivisibles luego en diferencias, subdivisibles a su vez en especies. Asignó a cada género sin monosílabo de dos letras; a cada diferencia, una consonante; a cada especie, una vocal. Por ejemplo: de, quiere decir elemento; deb, el primero de los elementos, el fuego; deba, una porción del elemento del fuego, una llama. En el idioma análogo de Letellier (1850) a, quiere decir animal; ab, mamífero; abo, carnívoro; aboj, felino; aboje, gato; abi, herbívoro; abiv, equino; etc. En el Bonifacio Sotos Ochando (1854), imaba, quiere decir edificio; imaca, serrallo; image, hospital; imafo, lazareto; imarri, casa; imaru, quinta; imedo, poste; imede, pilar; imego, suelo; imela, techo; imogo, ventana; bire, encuadernador; birer, encuadernar. (Debo este último censo a un libro impreso en Buenos Aires en 1886: el Curso de lengua universal, del doctor Pedro Mata).

Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios; cada una de las letras que las integran es significativa, como lo fueron las de la Sagrada Escritura para los cabalistas. Mauthner observa que los niños podrían aprender ese idioma sin saber que es artificioso; después en el colegio, descubrirán que es también una clave universal y una enciclopedia secreta.

Ya definido el procedimiento de Wilkins, falta examinar un problema de imposible o difícil postergación: el valor de la tabla cuadragesimal que es base del idioma. Consideremos la octava categoría, la de las piedras. Wilkins las divide en comunes (pedernal, cascajo, pizarra), módicas (mármol, ámbar, coral), preciosas (perla, ópalo), transparente (amatista, zafiro) e insolubles (hulla, greda y arsénico). Casi tan alarmante como la octava, es la novena categoría. Esta nos revela que los metales pueden ser imperfectos (bermellón, azogue), artificiales (bronce, latón), recrementicios (limaduras, herrumbre) y naturales (oro, estaño, cobre). La belleza figura en la categoría decimosexta; es un pez vivíparo, oblongo. Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (1) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. El Instituto Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos: ha parcelado el universo en 1000 subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católica Romana; la 263, al Día del Señor; la 268, a las escuelas dominicales; la 298, al mormonismo, y la 294, al brahmanismo, budismo, shintoísmo y taoísmo. No rehúsa las subdivisiones heterogéneas, verbigracia, la 179: "Crueldad con los animales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de vista de la moral. Vicios y defectos varios. Virtudes y cualidades varias."

He registrado las arbitrariedades de Wilkins, del desconocido (o apócrifo) enciclopedista chino y del Instituto Bibliográfico de Bruselas; notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo. "El mundo -escribe David Hume- es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto" (Dialogues Concerning Natural Religion, V. 1779). Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturar las palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto diccionario de Dios.

La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo, no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que estos son provisorios. El idioma analítico de Wilkins no es el menos admirable de ésos esquemas. Los géneros y especies que lo componen son contradictorios y vagos; el artificio de que las letras de las palabras indiquen subdivisiones y divisiones es, sin duda, ingenioso. La palabra salmón no nos dice nada; Zana, la voz correspondiente; delfine (para el hombre versado en las cuarenta categorías y en los géneros de esas categorías) un pez escamoso, fluvial, de carne rojiza. Teóricamente, no es inconcebible un idioma donde el hombre de cada ser indicara todos los pormenores de su destino, pasado y venidero.)
Esperanzas y utopías aparte, acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son estas palabras de Chesterton: "El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de un bolsista salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo" (G.F.Watts, pág.88, 1904).

miércoles, 9 de julio de 2014

Informe sobre John Ronald Reuel Tolkien

"Tolkien desarrolló una auténtica metafísica de la literatura muy en contacto con la teología cristiana de la Creación. Si las palabras son inventos humanos que nos conducen hacia conceptos e ideas acerca de la realidad, los mitos son igualmente humanas invenciones para aproximarnos a la verdad" (José Miguel Odero, J.R.R. Tolkien. Cuentos de Hadas, Pamplona, 1987).
(Bloemfontein, Sudáfrica, 1892 - Bournemouth, Reino Unido, 1973) Escritor británico de origen sudafricano mundialmente conocido como autor de El señor de los anillos (1954-1955), un verdadero clásico de la literatura fantástica. Aunque el autor ya era sobradamente conocido, en fechas recientes su obra ha alcanzado una difusión todavía mayor gracias a las adaptaciones cinematográficas de Peter Jackson.
Hijo de padres ingleses, vivió en Sudáfrica hasta la muerte de su padre en 1896, año en que se trasladó con su familia a Inglaterra. La conversión de la madre al catolicismo lo marcó profundamente. Estudió en Oxford, y mostró muy pronto un vivo interés por la filología y las antiguas sagas y leyendas nórdicas. Tras participar en la Primera Guerra Mundial, enseñó primero lengua inglesa en la Universidad de Leeds. Profesor de lengua y literatura anglosajona en la Universidad de Oxford, se especializó en la época medieval.
Tras publicar algunos ensayos (Sir Gawain y el caballero verde, 1925; Beowulf, 1936), inició la creación de una personal mitología inspirada en la saga artúrica y en la épica medieval anglosajona, plagada de elementos fantásticos y de seres y mundos imaginarios. Así, la novela El hobbit (1937) narra las vicisitudes de un pueblo apacible y sensato que vive en un mundo llamado Tierra media, junto con elfos, duendes y magos.
El hobbit fue el punto de partida de un ambicioso ciclo épico que se concretó en la trilogía de El señor de los anillos (1954-1955), dividida en tres volúmenes: La comunidad del anillo (1954), Las dos torres (1954) y El retorno del rey (1955). Dirigida a un público adulto, la obra de Tolkien encontró a mediados de la década de 1960 una gran acogida, hasta el extremo de convertirse en libro de culto y dar lugar a un género en alza, la «alta fantasía».
La actividad de J. R. R. Tolkien como novelista es inseparable de la del filólogo. Su goce intelectual por las lenguas antiguas (conocía el griego, el anglosajón, el medio inglés, el galés, el gótico, el finlandés, el islandés antiguo, el noruego antiguo, el alto alemán antiguo) lo llevaba a crear sonidos y a inventar lenguajes, siguiendo un método rigurosamente filológico.
Tras El señor de los anillos, Tolkien trabajó en la obra que había de ser el poema épico general de su fantástico mundo mitológico: The Silmarillion, aparecido póstumamente (1977). En el ensayo On Fairy Stories, A Critical Study (1946), Tolkien discute la relación de la literatura fantástica con el romance. Entre sus colecciones poéticas cabe mencionar The Homecoming of Beorhtnoth Beorthelm´s Son (1953) y los poemas narrativos The Lay of Aotrou and Itroun (1945) e Imran (1955).

El señor de los anillos
En El señor de los anillos, Tolkien inventa un reino de fantasía cuyos habitantes, los hobbits (seres antropomorfos y más pequeños que los enanos), poseen una lengua propia, con una gramática perfectamente desarrollada. El eje de la narración lo constituye la oposición entre el bien y el mal, que trasciende de lo puramente local de este reino fantástico a la interpretación del mundo actual. Un anillo de poder, arrancado por un hobbit al enemigo de todos los hombres (Gollum), se convierte en el objeto central de la novela. Las propiedades del anillo (objeto que contiene el máximo poder) lo convierten en una amenaza, por lo que se hace necesaria su destrucción.
El narrador sostiene que la historia se apoya en el "libro rojo de Westmach", en el que Bilbo Baggins, el más famoso de los hobbits, recogió la historia de su pueblo. Después de años de peregrinaje, los hobbits se han establecido en un lugar llamado Shire. Bilbo ha conseguido arrancarle un anillo al monstruo Gollum y se lo confía a su pariente Frodo. Pero el mago y consejero Gandalf el Gris descubre que, de todos los anillos, éste es el que más poder confiere, y convoca a un consejo que decide destruir el peligroso anillo. Su destrucción debe efectuarse en Mordor, país habitado por los enemigos de los hobbits: los orcs.
De inmediato se funda una cofradía para librar al mundo del anillo, compuesta por hombres y por criaturas fantásticas como los elfos, los enanos y los hobbits. Boromir, uno de los cofrades, sediento de poder, trata de adueñarse del anillo y se rompe la cofradía. En la segunda parte del libro se cuentan las aventuras que viven los miembros de la hermandad, disgregados y debilitados por la traición. Frodo se enfrenta al monstruo de Gollum iluminado por el sabio sentido común propio de los hobbits y logra vencerle. Herido de muerte, entrega el anillo a su servidor y le ordena llevar a término la misión. El anillo de Gollum es destruido y con él el país de Mordor. Frodo, completamente curado, se marcha con Bilbo hacia tierras lejanas. Un amplio apéndice completa este mundo mítico. En él se incluyen sinopsis históricas y genealógicas, tablas cronológicas, un calendario y los signos alfabéticos de los hobbits.
Inspirado en las leyendas nórdicas y artúricas, el libro puede leerse como una alegoría sobre la búsqueda espiritual, tarea especialmente difícil en una época de crisis de valores. Las leyendas de la cultura anglosajona, y en especial la leyenda de Beowulf, constituyeron la fuente de inspiración para crear sus personajes fantásticos, muchos de ellos con una intencionalidad claramente simbólica.
Crónica histórica, alegoría o utopía, la importancia de El señor de los anillos reside, sobre todo, en su valor literario. Tolkien emplea un lenguaje comprensible, con reminiscencias del estilo bíblico y de las antiguas formas literarias inglesas; junto a esas formas tradicionales, convive en la novela un lenguaje desenvuelto, cotidiano y actual del que se sirven casi todos sus personajes fantásticos. Aunque de trama compleja, en la trilogía se consigue la fusión entre motivos aparentemente dispares, que sirven para interpretar las inquietudes y sueños de nuestra época.

fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/tolkien.htm

domingo, 6 de julio de 2014

El sueño de la razón por Roberto Merino

En uno de sus ensayos, Edgar Allan Poe (1809-1849) critica a un autor francés, “quizás Montaigne”, quien había declarado que no pensaba habitualmente, sino más bien cuando se sentaba a escribir. Esta modalidad, según Poe, era la fuente de muchas obras deficientes que circulaban por las librerías en su época. Es probable que Poe conociera todos los estados susceptibles de ser experimentados por la mente humana, pero no hay rastros en sus escritos sobre la suspensión del pensamiento. Al parecer, no hubo para él momentos vacíos o indeterminados. Fue un escritor, por así decirlo, lleno de contenido, que con el ímpetu incendiario de un romántico llevó el raciocinio hasta los límites de la exasperación. No creo que Poe hubiese querido positivamente que las cosas se dieran así, sino que respondía a una tendencia superior a su voluntad. Da la impresión de que soportó durante gran parte de su vida un ruido mental incesante, hecho, por cierto, de palabras, articuladas en frases en la fase de la vigilia y fundidas con imágenes en la del sueño. Y está también la presión del alcohol: cualquiera sabe que al ebrio consuetudinario su propia voz —con la insistencia del corazón delator— no le deja una brecha de descanso. A través de este padecimiento se entiende que en la única carta dirigida a su mujer hablara de “esta vida desagradable, ingrata e insatisfactoria”. 
El hecho es que Edgar Allan Poe no podía dejar de pensar, de observar, de considerar y de opinar. Sus artículos críticos son enfáticos, saturados de expresiones como “la más alta idea” o “la forma más alta del genio”; sus ensayos, como “La filosofía del mobiliario”, son controladores y obsesivos. Su famosa “Filosofía de la composición”, en tanto, representa igualmente un deseo de control. La concepción del poema como una cadena de conjeturas no le agregó méritos a su propia poesía. Lo extraño es que las estructuras intelectuales como la lógica deductiva y el ajedrez lo sedujeron con igual intensidad que las figuras macabras, la muerte y el misterio. Se podría afirmar que Poe habitaba un punto de cruce entre la deliberación impulsiva y el desconocido inconsciente. Proyectó hasta donde pudo sus miedos reales —la oscuridad, lo subterráneo, la inmovilidad— en magníficos relatos, género en el que fue astuto, talentoso, inteligente, persuasivo. Entendió, en este sentido, como antes lo había hecho Defoe, que el uso de la primera persona hacía verosímiles hechos que nadie hubiese creído contados de manera indirecta. Creó los “efectos de realidad” que hoy se utilizan comúnmente en la narrativa. El “caso humano” de sus cuentos policiales le importaba mucho menos que el desafío que una muerte violenta ofrecía a la capacidad del pensamiento. Lo que hay de emoción en la narrativa de Poe quizás está librado a los paisajes aledaños de sus cuentos. Ese es el punto donde aparece la inestabilidad —y no sólo las piezas faltantes— de la vida: la inestabilidad de la niebla, de la borrasca, de la maleza. Inolvidables son el París nocturno de “Los crímenes de la Rue Morgue”, la isla pelada de “El escarabajo de oro” y las desapacibles proximidades de la casa de Usher.

Fuente de la nota: http://www.elmercurio.com/blogs/2009/01/17/399/el_sueno_de_la_razon.aspx

Leopoldo María Panero - Proyecto de un beso.


PROYECTO DE UN BESO

Te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
te mataré mañana poco antes del alba
cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños
y será como cópula o semen en los labios
como beso o abrazo, o como acción de gracias
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
y en el pico me traiga la orden de tu muerte
que será como beso o como acción de gracias
o como una oración porque el día no salga
te mataré mañana cuando la luna salga
y ladre el tercer perro en la hora novena
en el décimo árbol sin hojas ya ni savia
que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra
te mataré mañana cuando caiga la hoja
decimotercera al suelo de miseria
y serás tú una hoja o algún tordo pálido
que vuelve en el secreto remoto de la tarde
te mataré mañana, y pedirás perdón
por esa carne obscena, por ese sexo oscuro
que va a tener por falo el brillo de este hierro
que va a tener por beso el sepulcro, el olvido
te mataré mañana cuando la luna salga
y verás cómo eres de bella cuando muerta
toda llena de flores, y los brazos cruzados
y los labios cerrados como cuando rezabas
o cuando me implorabas otra vez la palabra
te mataré mañana cuando la luna salga,
y así desde aquel cielo que dicen las leyendas
pedirás ya mañana por mí y mi salvación
te mataré mañana cuando la luna salga
cuando veas a un ángel armado de una daga
desnudo y en silencio frente a tu cama pálida
te mataré mañana y verás que eyaculas
cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas
te mataré mañana cuando la luna salga
te mataré mañana y amaré tu fantasma
y correré a tu tumba las noches en que ardan
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo
los ensueños del sexo, los misterios del semen
y será así tu lápida para mí el primer lecho
para soñar con dioses, y árboles, y madres
para jugar también con los dados de noche
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra.

Sobre dioses y monstruos por Oscar Hahn.


¿Cuántos saben quién es Frankenstein? Sin duda, muchísimos. ¿Cuántos han leído la novela Frankenstein o están informados siquiera de su existencia? Sin duda, poquísimos. Pues bien, sucede que la autora fue una chica inglesa de 21 años, cuyo nombre era Mary Shelley. Esa novela, publicada en 1818, es la fuente de todas las películas habidas y por haber acerca del tema, desde la primera, filmada en 1910, hasta la de 1994, con Robert De Niro, pasando por la versión canónica de 1931, dirigida por James Whale y protagonizada por Boris Karloff. 
Whale también fue el director de la memorable secuela La novia de Frankenstein, en la que uno de los personajes brinda por "un nuevo mundo de dioses y monstruos". ¿"Dioses"?, los científicos del futuro. ¿Monstruos?, sus horripilantes engendros. 
En términos actuales, podrían ser la clonación humana, la adulteración genética o los virus zombi, entre otras aberraciones. En cuanto a la monstruomanía fílmica, parece no tener fin. Mención aparte merece Carne para Frankenstein, el bizarro film semiporno en 3D, producido por Andy Warhol, que, entre otras delicatessen, incluye vísceras que simulan saltar de la pantalla.
En la novela de Mary Shelley, el monstruo no tiene nombre ni apellido. El narrador alude a él como la criatura, el demonio, el espectro, la cosa, el ser, el ogro o el miserable. Frankenstein es el apellido del doctor. La imagen del personaje que se instaló en el imaginario colectivo proviene de la película de 1931. En la noche de Halloween, todos los que se disfrazan de Frankenstein se ciñen, sabiéndolo o sin saberlo, a la personificación de Boris Karloff. 
¿Cómo fue que se gestó la novela? En 1816, los poetas ingleses Lord Byron y Percy B. Shelley, acompañados de sus respectivas parejas y de John Polidori, médico personal de Byron, fueron a veranear a Suiza y se hospedaron en una casa junto al lago Ginebra. Mary había sido amante de Shelley desde los 17 años. En las noches se reunían alrededor del fuego y se entretenían leyendo cuentos de fantasmas. Lord Byron propuso que, como divertimento, todos escribieran un relato de terror. Pues bien, de esa simple reunión de amigos surgieron los dos personajes fantásticos de mayor impacto en la literatura mundial, en el cine, en la televisión y en la cultura pop: Frankenstein y el Vampiro. Mary Shelley, que adquirió el apellido al casarse después con el poeta, tuvo un sueño ("Vi con los ojos cerrados, pero con una aguda visión mental", dijo ella), y de ese sueño salió la trama central de la novela Frankenstein o el nuevo Prometeo. Pero, oh, sorpresa, el personaje del Vampiro no fue aportado por ninguno de los talentosos poetas presentes, sino por el doctor Polidori. 
Aunque Frankenstein fue escrita por una mujer (cuya madre era una conocida luchadora por los derechos del género), algunas feministas han calificado la trama de "machista". Se fundan en el hecho de que el proceso biológico natural, en el que la mujer tiene un rol decisivo, es reemplazado en la novela por la fabricación de un ser que es animado mediante la electricidad, con total prescindencia de la mujer. Lo que no ocurre ni siquiera con la fecundación in vitro, en la que el vientre femenino es insustituible. 
Sin embargo, otros han aducido exactamente lo contrario. El hecho de que el "dios" Víctor Frankenstein no hubiera podido crear un ser humano normal, sino un monstruo, dejaría en evidencia su fracaso. Dicho en otras palabras, querer excluir a la mujer es contra natura; el resultado siempre será un grotesco humanoide. En suma, lo que llevó a cabo el médico a través de la ciencia y la alquimia fue una empresa fallida y denigrante para las ambiciones hegemónicas de los varones, dicen los que sostienen la posición contraria a la de las feministas. 
Pero el tema Frankenstein, casi 200 años después, sigue haciendo noticia. Sucede que los manuscritos originales de la novela han sido digitalizados recientemente y puestos a disposición de los lectores en internet. Uno puede ver no sólo las correcciones que realizó Mary Shelley de su puño y letra, sino también las sugerencias que le hicieron algunos familiares; entre ellos su esposo, el gran poeta romántico Percy B. Shelley. Por eso, ahora podríamos repetir la célebre frase de la película de 1931 y aplicarla al libro de Mary Shelley: "It's alive! It's alive!". 

Fuente de la nota http://www.elmercurio.com/blogs/


El club de los investigadores de lo oculto: El club de los Fantasmas.


El Club de los Fantasmas (The Ghost Club) fue la primera organización a nivel mundial en ocuparse del estudio científico de fenómenos paranormales y fue fundada en Londres en 1862.
Los orígenes de El Club de los Fantasmas se hallan en Cambridge, en el año 1855. Allí, un grupo de estudiantes del Trinity College comenzaron a reunirse para discutir distintos prodigios sobrenaturales, tales como fantasmas y eventos poltergeist. Aquellas reuniones se formalizaron en 1862, y fueron rápidamente ridiculizadas por la prensa, a pesar de que entre los miembros del Club de los Fantasmas se hallaban personalidades destacadas del ámbito intelectual. Entre ellas, nada menos que Charles Dickens.
La primera investigación oficial del Club de los Fantasmas data de 1862, y se enfocó en los Hermanos Davenport, un grupo de cuatro ilusionistas que atribuían a sus trucos una raíz sobrenatural. El Club desafió a los hermanos a invocar a cualquier fantasma bajo condiciones científicas, esto es, fuera de su gabinete habitual y permitiendo a los investigadores revisar mesas, sillas y cortinas. El resultado probó el acto fraudulento de los Hermanos Davenport, aunque el caso jamás fue publicado. 
Tras la muerte de Charles Dickens en 1870 El Club de los Fantasmas se disolvió en medio de graves conflictos internos. Recién para Halloween de 1882 el Club revivió de la mano de Alfred Alaric Watts, hijo de un prestigioso periodista y un médium de probadas incongruencias, quien se atribuyó ser uno de los miembros fundadores del grupo. Ese mismo año atestiguó el nacimiento de otra dependencia de estudios paranormales que continúa vigente en nuestros días: La Sociedad para Investigaciones Psíquicas (Society for Psychical Research), que reunió generosamente a varios miembros exiliados del Club de los fantasmas.
Mientras la Society for Psychical Research se abocó casi de inmediato a un estudio metódico de los fenómenos paranormales, el Club de los fantasmas permaneció selectivo a la hora de elegir sus casos, y más aún para la inclusión de nuevos miembros. Esta tendencia sigilosa hizo que Stainton Moses, vicepresidente de la Society for Psychical Research, renuncie a su cargo en 1886 y se sumase al Club de los fantasmas, cuyas reuniones eran mensuales y obligatorias para todos sus miembros.
Rápidamente el Club de los fantasmas se ganó el apodo de secta a causa de sus escasos miembros, apenas 82 en 54 años de actividad. Entre ellos cabe destacar al escandaloso William Crookes, ligado a varios fraudes mediúmnicos, el físico Oliver Lodge, Nandor Fodor, psicólogo y antiguo seguidor de Sigmund Freud; y finalmente Arthur Conan Doyle, creador del detective más famoso de la literatura: Sherlock Holmes. Ya en el siglo XX el Club de los fantasmas continuó recibiendo adeptos notables, como el poeta W.B. Yeats, en 1911.
Los archivos del Club de los fantasmas revelan algunas curiosidades. Por ejemplo, el nombre de todos sus miembros eran recitados con toda solemnidad los 2 de noviembre, Día de los difuntos. Incluso sus adeptos muertos eran reconocidos como parte activa del grupo, y sus lugares eran conservados para cualquier asistencia de orden sobrenatural.
En las primeras décadas del siglo XX el Club de los fantasmas se volvió una sociedad anacrónica, alejada de las nuevas formas de investigación científica. La parapsicología, aún en pañales, ganaba terreno entre los adeptos a lo paranormal. Harry Price, el famoso cazador de fantasmas de los años 30' se unió al Club de los fantasmas en 1927 y renovó sus cimientos arcaicos. Entre otros cambios, aprobó la inclusión de mujeres como miembros activos de la organización. No obstante, la popularidad del Club había caido en desgracia. En 1936 se decidió clausurar sus puertas para siempre luego de 485 reuniones oficiales. El último encuentro, naturalmente, se produjo un 2 de noviembre; y los archivos confidenciales e investigaciones fueron depositados en el British Museum con la condición que recién podrían hacerse públicos en 1962.
Para muchos, la última etapa del Club de los fantasmas fue la más interesante. Como se ha dicho, las mujeres fueron finalmente admitidas, y con ellas otras personalidades afines a los grupos mixtos, como sir Julian Huxley y Algernon Blackwood, ambos deseosos de discutir tópicos paranormales en un ámbito abierto a todos los géneros.
Entre los archivos más destacados del Club de los fantasmas se hallan algunos prodigios dignos de ser mencionados. Además de los típicos casos de posesión demoníaca, casas embrujadas, fenómenos poltergeist, vampiros, exorcismos, apariciones, etc, se encuentran algunas discusiones de orden filosófico que cuestionan la veracidad de las teorías psicoanalíticas ortodoxas, e incluso se elaboró una suerte de protoinforme sobre inteligencias extraterrestres y la posibilidad de avistamientos de OVNIS mucho antes de que estos se volvieran populares.
El Club de los fantasmas, ya con otro nombre, The Ghost Club Society, continúa hasta nuestros días reuniéndose el Día de los difuntos, aunque ya sin la solemnidad de las viejas tertulias victorianas.


Fuente de la nota:  El Espejo Gótico.
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