jueves, 30 de junio de 2016

El mestizaje como plan cultural por José Antonio Mazzoti

Este 2016 se cumplen 400 años de la muerte del Inca Garcilaso de la Vega y el mundo lo conmemora en grande. Pero ¿por qué tanto barullo? Todo parecería indicar que un autor muerto hace cuatro siglos ha perdido actualidad. Sin embargo, hoy más que nunca el Inca Garcilaso nos ofrece respuestas válidas a algunos de los problemas urgentes de la región.
Basta releer sus Comentarios reales para entender el tratamiento respetuoso que las culturas indígenas daban a la naturaleza, el sentido de la reciprocidad entre Estado y pueblo, que eliminó el hambre y el desempleo en una sociedad preindustrial (aunque teocrática), las ventajas del bilingüismo y de la tolerancia ante cosmovisiones distintas de las nuestras; en fin, muchos otros temas y propuestas que se encuentran en su obra mayor.

Por supuesto que el Inca pertenece a su tiempo y su catolicismo ferviente y su mirada aristocrática no calzan bien con un mundo ya secularizado. Asimismo, su mestizaje convertido en bandera de batalla contra la discriminación puede hoy sonar demagógico. El mestizaje -ya lo sabemos-, cuando se asume como plan cultural, suele borrar la especificidad de los más oprimidos y se convierte en una nueva herramienta de colonialismo interno.


Pese a todo, el Inca nos enseñó a pensar en más de un registro y a aprovechar lo mejor de ambas orillas del Atlántico. El que despierte interés en la Argentina no es poca cosa, y hay que señalarlo. Peruanos y argentinos podemos compartir, una vez más, una causa común. Salud por ello.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1913913-el-mestizaje-como-plan-cultural

El Inca Garcilaso de la Vega, cronista de dos orillas por Laura Ventura

El Inca Garcilaso de la Vega, cronista de dos orillas que reveló un imperio Murió hace cuatro siglos, como Shakespeare y Cervantes, cuyos múltiples homenajes opacaron el recuerdo de quien, como ellos, fue el mejor testigo de su tiempo.

Dice Laura Ventura para el Diario La Nación: "Cuando hoy, en pleno siglo XXI, se busca la palabra "chucho" en el Diccionario de la Real Academia Española, una de sus acepciones, la tercera, se refiere a su origen quechua (chucchu, temblar de frío). Este rastreo etimológico se puede verificar sin dar demasiados rodeos y acudiendo a una fuente irrefutable e invaluable: Comentarios reales de los Incas, Libro Tercero, capítulo XXIV. Este tesoro monumental provee un acervo único en su especie, no sólo lexicográfico, ya que allí se preservan la historia, los mitos, las costumbres, el saber y la cultura popular del imperio inca, una civilización que ha dejado sus huellas y cuyo legado aún se palpa en América latina.

Retratar este complejo universo fue la tarea de un testigo privilegiado, quien se convirtió en historiador, antropólogo, lingüista y sociólogo ad hoc, una responsabilidad que se resume con la palabra cronista. "Los secretos naturales de estas cosas ni me las dixeron ni yo las pregunté, más de que las vi hacer", escribe Gómez Suárez de Figueroa, autobautizado el Inca Garcilaso de la Vega. Este año se conmemora el cuarto centenario de su muerte, una fecha que disminuye su notoriedad ante los copiosos homenajes dedicados a Cervantes y a Shakespeare. Los tres autores están aunados no sólo porque comparten la fatídica fecha de su muerte, sino también porque han tenido una tarea análoga: la descripción de la era dorada de un imperio."

(...) El profesor José Antonio Mazzotti (*) presentó sus exhaustivos estudios sobre esta figura en una sala donde no cabía un alfiler. También en la capital española hay una exposición en la Biblioteca Nacional que recoge al Inca Garcilaso. En el Museo Casa de Ricardo Rojas (Charcas 2837), hoy y mañana (desde las 13.30 y hasta las 19.30, con entrada libre y gratuita), se realizará un coloquio de literatura colonial organizado por la doctora Beatriz Colombi y el Instituto de Literatura Hispanoamericana.
Primera versión de una historiaDedicados a la princesa doña Catalina de Portugal, Comentarios reales de los Incas se publicó en Lisboa en 1609, cuando el autor tenía 70 años. En su proemio, el Inca Garcilaso, quien había nacido en Cuzco, explica que su trabajo nace "forzado del amor natural de la patria" para retratar aquel mundo antes de la llegada de los españoles, un espejo de aquella galaxia que atraviesa todos los estamentos sin prejuicios y respetando a sus antepasados. Modesto, enfatizaba que su propuesta era aportar con comentarios -de aquí su nombre- o glosas, sin contradecir a los demás historiadores. Esta disciplina no era ajena a sus capacidades, ya que también es el autor de Historia general del Perú.
Este cronista mestizo y bilingüe (hablaba el quechua y el español, y desde temprano aprendió latín) era hijo reconocido del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega (pariente del poeta Garcilaso de la Vega, conocido por sus famosas églogas) y de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo. Su padre biológico lo abandonó por presiones de la corona, pero le dejó una dote que utilizó para costear sus estudios en Europa, adonde se mudó a los veinte años. En España iría cambiando su nombre, no a modo de seudónimo, para ocultar o modificar su identidad o esencia, sino, por el contrario, como una revalorización de la estirpe materna y homenaje a los logros de su padre, un conquistador que luchó junto a Francisco Pizarro.

Sobre la base de sus recuerdos, así como también cotejando a otros cronistas, escribe Comentarios reales de los Incas, y como todo texto perteneciente a este género, el libro no está no exento de subjetividad. Su compatriota Mario Vargas Llosa, en "El Inca Garcilaso y la lengua general", se refiere a una visión de los incas donde el autor mezcla ficción y realidad en pos de embellecer la historia del Tahuantinsuyo (el nombre del imperio en quechua), "aboliendo en ella, como hacían los amautas con la historia incaica, todo lo que podía delatarla como bárbara -los sacrificios humanos, por ejemplo- y aureolándola de una condición pacífica y altruista que sólo tienen las historias oficiales, autojustificadoras y edificantes".

El lector de Comentarios reales de los Incas se aproxima a una cultura superior, dueña de una fe guiada por Viracocha, a diversas teorías del nombre Perú (posiblemente de pelú, con el que los indios bárbaros denominaban el concepto de río), así como a la historia de la conquista previa a 1492. Así se referirá al naufragio de 1484 en el que Alonso Sánchez de Huelva, sin proponérselo y arrastrado por un temporal, llegue a las costas de Santo Domingo, aquello que él creerá parte de las Indias, una aventura que luego contará a su regreso a Europa a un cosmógrafo Cristóbal Colón.

La epopeya de un imperio y de una conquista se puede leer a partir de la prosa del Inca Garcilaso, a quien Vargas Llosa llamó "el más artista entre los cronistas de Indias", dueño de una "palabra tan seductora y galana (que) impregnaba todo lo que escribía de ese poder de sobornar al lector que sólo los grandes creadores infunden a sus ficciones".


(*) El autor es catedrático y poeta peruano, especialista en literatura colonial

Fuente http://www.lanacion.com.ar/1913929-el-inca-garcilaso-de-la-vega-cronista-de-dos-orillas-que-revelo-un-imperio

miércoles, 29 de junio de 2016

Las posibilidades del microrrelato Stella Maris Poggian y Ricardo Haye ponen de manifiesto que en tiempos de refucilos textuales y atenciones volátiles, la ficción breve puede resultar una alternativa sugerente para desplegar en los medios.

(Desde Roca, Río Negro)

La nueva discursividad social, objeto de estudio de la Sociosemiótica o Teoría de los Discursos Sociales, se ve altamente condicionada por aspectos macroestructurales. Entre ellos podemos mencionar el acelerado ritmo de vida característico de la creciente urbanización planetaria o la tendencia epocal a la fragmentación conceptual en la que ya en su día había reparado Nietzsche y que actualmente constituye un rasgo dominante de los mensajes mediáticos. Todo ello entraña un impacto significativo sobre nuestras prácticas culturales, afectadas por la concisión extrema, una forma de fluidez telegráfica, el minimalismo comunicativo de twiter, la saturación de mensajes de una sociedad hipermediada y vocabularios (e incluso agendas temáticas) reducidos.

El ecosistema mediático no solo espeja esta situación, sino que tiende a reproducirla y contribuye a su producción. Por tal motivo, los medios audiovisuales –actualmente en tránsito hacia la transmedialidad– ofrecen un recorrido interesante a la hora de pensar el microrelato.

El cine, surgido como espectáculo de feria y fuente de fabulaciones con George Mélies, inicialmente trasmitió relatos de corta duración. Hoy asistimos al regreso de las historias breves, que proliferan en Youtube realizadas tanto por profesionales como por estudiantes o aficionados a la narración audiovisual.

La radio, que nació con voluntad de relato y con el tiempo terminó recluyéndose en prácticas cada vez más perfiladas por intenciones informativas o argumentativas, fue renunciando progresivamente a su vocación narrativa. Dada su capacidad inmanente para alojar historias, quizás el microrelato constituya un posible comienzo para su recuperación narrativa.

El espesor, las inflexiones, los matices interpretativos que la palabra alcanza en su versión fónica se fortalecen con los otros elementos discursivos que confieren forma al texto sonoro: música, efectos, silencios.

La conjunción inteligente y armónica entre estos ingredientes puede coadyuvar a obtener relatos en los que brevedad y concisión vayan de la mano con la alta intensidad expresiva que requieren las miniaturas narrativas.

En la televisión, aunque el contar historias goza de mejor salud, la oferta narrativa se resuelve en forma de películas, seriales, telefilmes o telenovelas, sin que el relato breve adquiera significación fuera de los avisos publicitarios. Existen, claro, las producciones llamadas “video minuto” o “nanometrajes”, pero siguen convocando porciones reducidas de público.

La conexión que postulamos entre minificción y medios tiene un doble propósito. Uno es el del descubrimiento: acercar a los públicos de la radio y la televisión la obra de creadores a los que, de otro modo, quizás nunca lleguen a conocer y ayudarlos a (re) descubrir el encanto de lo narrativo. Y otro es el de la construcción: la de una nueva poética que nutra, conceptual y estilísticamente, a nuestros medios electrónicos.

Parece existir cierto consenso en que la minificción reclama alguna relectura que nos permita reconocer mejor sus formas y su notable grado de polisemia. Si ponemos esta circunstancia en el dispositivo del libro, ese regreso al texto constituye un acto volitivo que decide el lector.

En cambio, en soportes como la radio o la TV tradicionales, la ocasión no puede ser establecida por las audiencias sino que depende de determinaciones que se adoptan en la fase de emisión y permanecen ajenas al control del público.

De este modo, si el primer contacto con una microficción radiofónica o televisiva marca una relación con lo sorpresivo o lo inesperado, la posibilidad de regreso a ella nos conecta con una experiencia gratificante.

La emergencia de dispositivos que permiten alojar materiales, tanto sonoros como audiovisuales, habilita opciones en las que oyentes o televidentes pueden escoger la ocasión y el número de veces en que realizarán la relectura.

En cualquiera de los casos, la duración breve de estos contenidos de ficción facilita su inclusión en las grillas de programación respectivas.

Características propias de la minificción tales como la hibridación genérica, el humor, la ironía, la intertextualidad, el carácter lúdico, (la fractalidad) y la metaficción tampoco resultan ajenas a las prácticas discursivas de la radio y la televisión.

Si, de un lado, la familiaridad mediática con estos rasgos impide que la microficción experimente extrañamientos en estos soportes, el acostumbramiento de los públicos a ellos contribuye a naturalizar su contacto mediático con las miniaturas narrativas.

En tiempos de refucilos textuales y atenciones volátiles, la ficción breve puede resultar una alternativa sugerente para desplegar en los medios.

El microrelato (y más aún cuando adopta miradas juguetonas, irónicas, paradójicas, desestructurantes, desacralizantes) ayuda a resquebrajar modos dogmáticos de percibir y valorar la vida, agudiza nuestra sensibilidad, estimula el despliegue de la imaginación, facilita el reconocimiento didáctico de las formas más complejas de la escritura. Y hasta es capaz de abrir la marcha hacia obras monumentales, dado que constituye una opción atractiva y didáctica que puede ayudarnos a educar nuestro gusto por las historias, explorando posibilidades que diversifiquen los registros y asuman desafíos narrativos de complejidad creciente.


Stella Maris Poggian Docente-Investigadora del Instituto Universitario Patagónico de las Artes y la Universidad Nacional del Comahue.
Ricardo Haye Docente-Investigador de la Universidad Nacional del Comahue.
http://m.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-302914-2016-06-29.html
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