sábado, 12 de enero de 2019

La novela de Ciencia Ficción


El éxito de la novela gótica y su repercusión (Éxito y consolidación) por María del Carmen Moreno Paz

La aparición del género gótico a finales del siglo XVIII gozó de una enorme popularidad entre el público lector de la época, hasta el punto de que, en la década de 1790, constituía el género novelístico dominante en el mercado editorial.
En efecto, se trata de una época en la que las clases medias comenzaron a adquirir mayor importancia, disminuyeron los niveles de analfabetismo y la difusión de la cultura aumentó notablemente, lo que contribuyó a la consolidación del género novelístico. 
La obra que inicia este género es The Castle of Otranto de Horace Walpole (1764). 
A partir de esta obra, se sucedieron numerosas novelas con características similares, fundamentalmente en las dos décadas posteriores. La primera autora en sumarse a esta corriente fue Clara Reeve que, en 1777, publicó una imitación de la obra de Walpole titulada The Champion of Virtue; a Gothic Story (publicada un año más tarde con el nombre The Old English Baron). 
No obstante, se considera a la autora Ann Radcliffe como el máximo exponente de esta corriente narrativa, con obras como The Mysteries of Udolpho (1794) o The Italian (1797). Otras obras destacadas comúnmente por la crítica dentro de esta corriente son Vathek (1786), de William Beckford, que cambia el escenario prototípico de la novela gótica en el sur de Europa a la zona de Oriente Próximo, o The Monk, de Matthew Lewis (1796), que sitúa la acción en un monasterio de Madrid y es considerada también como una de las obras cumbre de la literatura gótica junto con las novelas de Radcliffe. 
Asimismo, la obra de Mary Shelley Frankenstein or the Modern Prometheus (1818) se incluye cronológicamente dentro de este periodo, aunque en esta novela cambia la percepción del terror, pues el avance científico y tecnológico pasa a ser el foco del miedo. La crítica literaria suele cerrar el ciclo de la tradición gótica de terror con Melmoth the Wanderer, del irlandés Charles Maturin (1820), cuya extinción se suele relacionar con la saturación del mercado y las nuevas preferencias de los lectores por otro tipo de novelas, como las novelas históricas de Walter Scott. A pesar de ello, y debido a la diversificación del mercado editorial, algunos elementos de la novela gótica continúan manifestándose en otras corrientes literarias posteriores, fundamentalmente en el siglo XIX, como es el caso de la novela victoriana inglesa, en autores como Brontës, Dickens, Stevenson y Wilde. 
Otros autores consideran que la tradición gótica deriva en dos principales corrientes posteriores: por un lado, en un subgénero popular con criaturas fantásticas como hombres lobo y vampiros; por otro lado, en otras ramas que profundizan en las perspectivas morales presentes en la literatura gótica tradicional, acercándose así a la principal tradición novelística. Asimismo, la mayor parte de la crítica coincide en la consideración de la novela gótica tradicional como precursora de las novelas negras y policíacas que tendrían éxito en épocas posteriores. Sin embargo, a pesar del éxito editorial entre el público y su notable en influencia en otras corrientes literarias, la novela gótica se ha considerado comúnmente por la crítica como una forma de subliteratura de carácter popular y como un «género simplista y falto de calidad». 
En efecto, Jackson sostiene que lo fantástico se ha percibido a menudo por los críticos como una «adhesión a la locura, la irracionalidad o el narcisismo, frente a las prácticas más humanas y civilizadas de la literatura “realista”». 
En este sentido, y como señalan varios autores, el auge de la novela gótica a finales del siglo XVIII fue denunciado por la prensa y la crítica literaria por considerarse un peligro para la razón y la rectitud moral de sus lectores, constituidos en gran parte por el público femenino. De acuerdo con Botting, se acusó a los relatos góticos de promover emociones inapropiadas y pasiones prohibidas, además de subvertir las costumbres en que se apoyaba el comportamiento social adecuado. En efecto, en una época en la que los textos literarios poseían un carácter moralizante y constituían un medio de difusión de los ideales ilustrados, el gótico se percibió como una forma de perversión de estos valores, al evocar un pasado medieval considerado como bárbaro e incivilizado y tratar temas que no encajaban con los ideales ilustrados y moralizantes característicos de la época. No obstante, como apunta Botting, las recientes teorías sobre crítica literaria han cambiado su actitud frente a la literatura gótica, otorgándole mayor importancia. A este respecto, Markman señala en su obra que, de hecho, no es hasta principios del siglo XX cuando se publican una serie de estudios críticos (de la mano de Edith Birkhead, Eino Railo y Montague Summers) que consideran la novela gótica como un género diferenciado, que comienza con las obras de Walpole y Radcliffe.

(Extraído de "The Castle of Otranto, de Horace Walpole (1764): Análisis traductológico de la primera versión al francés de Marc-Antoine Eidous, Le Château d’Otrante (1767)" sito en: https://helvia.uco.es/bitstream/handle/10396/14086/TFM_M.%20Carmen_Moreno_Paz.pdf?sequence=3 
María del Carmen Moreno Paz Tutora: Prof.ª Dra. Soledad Díaz Alarcón Córdoba 2015

La Novela Gótica


La Literatura Gótica y el espiritismo por Víctor M. Fernández


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...