miércoles, 19 de junio de 2013

ALGUNAS FRASES CELEBRES DE LES LUTHIERS

* El amor eterno dura aproximadamente 3 meses
* No te metas en el mundo de las drogas... Ya somos muchos y hay muy poca
* Todo tiempo pasado fue anterior.
* Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.
* El que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer...se le desarrollen ambas condiciones.
* Los honestos son inadaptados sociales
* El que quiera celeste, que mezcle azul y blanco.
* Pez que lucha contra la corriente, muere electrocutado.
* La esclavitud no se abolió, se cambio a 8 hs diarias.
* Si la montaña viene hacia ti... Corre! Es un derrumbe.
* Lo importante no es ganar, sino es hacer perder al otro.
* No soy un completo inútil... Por lo menos sirvo de mal ejemplo.
* La droga te buelbe vruto.
* Si no eres parte de la solución...eres parte del problema.
* Errar es humano...pero echarle la culpa a otro, es mas humano todavía.
* Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
* Yo no sufro de locura... la disfruto a cada minuto.
* Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse donde.
* El dinero no hace la felicidad...la compra hecha!
* Una mujer me arrastró a la bebida...Y nunca tuve la cortesía de darle las gracias.
* Si tu novia perjudica tu estudio, deja el estudio y perjudica a tu novia.
* La inteligencia me persigue, pero yo soy mas rápido.
* Huye de las tentaciones... despacio, para que puedan alcanzarte.
* La verdad absoluta no existe...y esto es absolutamente cierto.
* Hay un mundo mejor, pero es carísimo.
* Ningún tonto se queja de serlo. No les debe ir tan mal.
* Estudiar es desconfiar de la inteligencia del compañero de al lado.
* La mujer que no tiene suerte con los hombres...no sabe la suerte que tiene! 
* No hay mujer fea, solo belleza rara.
* La pereza es la madre de todos los vicios y como madre... hay que respetarla.
* Si un pajarito te dice algo...debes estar loco pues los pájaros no hablan.
* En cada madre hay una suegra en potencia.
* Lo importante es el dinero, la salud va y viene.
* Trabajar nunca mató a nadie...pero, para qué arriesgarse?
* No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.
* Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados.
* El alcohol mata lentamente...No importa, no tengo prisa.
* La confusión esta clarísima.
* Mátate estudiando y serás un cadáver culto.
* Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse.

* Hay 2 palabras que te abrirán muchas puertas: "Tire y Empuje"
* Para que tomar y manejar si puedes fumar y volar?
* Dios mío dame paciencia...Pero damela YA!
* De cada diez personas que miran televisión, cinco son la mitad.

sábado, 15 de junio de 2013

Pasando revista: La neurosis del héroe por Luis Diego Fernández


Una posibilidad: el murciélago es el único mamífero con capacidad de vuelo. Pocos dan cuenta de este carácter: suele moverse de forma gregaria y formar verdaderas colonias de hasta 900 representantes de la especie en cuevas subterráneas (a las que sólo se puede acceder por medio de la práctica de la espeleología) o bien en espacios oscuros y cerrados, pero a la vez son seres prestos a la hibernación, que los resguarda en su soledad crística. Animal colectivista, paradójicamente, también se permite mantener su radicalidad individual. No es un ser vivo muy aristocrático (sea lo que esto fuese), pero sí excéntrico y singular: raro, único por sus cualidades, en algún sentido podemos pensar que su extrañeza da razón ciega al miedo y la fobia que genera en el otro.
Otra forma de comenzar es así: el aristócrata solterón es un relato, dentro de los más de cincuenta cuentos cortos escritos por Sir Arthur Conan Doyle, protagonizado por Sherlock Holmes. No es tanto la anécdota de la trama lo que traigo a colación –siempre circunstancial y resuelta con deductivismo matematizable, signos y pericia semiológica– sino la figura emblemática que construye Conan Doyle a partir de este lord flemático, insular, brillante y recóndito. De lo gregario del murciélago, único mamífero que vuela, a la soltería y la esterilidad del personaje del autor británico las resonancias pueden esmerilarse para obtener una figura, casi como un vidrio que al desempañarse muestra la forma opacada: 
Bruce Wayne o Batman. Uno es dos.
El estreno de la tercera parte de la trilogía cinematográfica dirigida por Christopher Nolan –titulada El caballero de la noche asciende– obliga a pensar más la figura de Bruce Wayne que la de Batman, en especial la pintura hecha por el historietista Frank Miller en el comienzo de la saga llamada The Dark Knight y publicada entre febrero y junio de 1986 por DC Comics. Es así: el Batman de Miller es un sobreviviente, un resto humano (carne poco musculada y huesos vencidos) de algo que quedó, un veterano que reconstruye su amada ciudad pétrea e industrial desde una biografía dolorosa y sufriente. Miller da cuenta de lo medular de Batman (un superhéroe creado por Bob Kane en 1939, tomando como disparador al Zorro): su ausencia de poder alguno y fortaleza desde la neurosis irrecusable y sin resolver. La motivación de Batman adviene desde ese foco psicopatológico, de esa memoria fallida, de ese trauma doble (el presenciar el asesinato de sus padres de niño y la reclusión voluntaria). Este Wayne viejo, cansado, huraño y alcohólico que pinta Miller a fines de los años 80 encontraba un clivaje propicio en los Estados Unidos de la administración Reagan y en el marco de la “revolución neocon”. Tras el aislamiento, Wayne clamaba volver a salir al mundo y constituirse desde un libertarismo social.
Si bien es cierto el carácter gótico y noir que le imprime Miller al personaje, no menos verdad es que ese punto de impacto y de cambio en la subjetividad de Batman nos coloca frente a cierta seriedad o impostación a veces en exceso, que le da un tono algo lacónico y solemne para un cómic (saturado y moralizador). De acuerdo con Miller, y esto es algo que captará a la perfección la cinematografía de Christopher Nolan al partir de su versión, Bruce Wayne es más importante que Batman, y así será con todos los personajes que desfilen en torno a su figura y su peripecia: Selina Kyle nunca es nombrada como Gatúbela, por caso, en el cierre de la tríada, un detalle de relevancia. De este modo, el héroe no es tan central sino desde lo que oculta: el civil, el de todos los días, allí está el germen, a cara lavada. Pareciera que Miller nos dice, y Nolan nos muestra, que el disfraz, el travestismo moral, es sólo una consecuencia de ese dolor psíquico o físico, por lo tanto el personaje sin careta tiene más relevancia: un ejercicio es contar los pocos minutos en pantalla que está presente Batman en Batman inicia, mientras que el proceso de construcción personal de Wayne es todo. Algo lógico: vendrá la ascesis a la que asistimos vía el peregrinaje de Bruce al este y su introducción en la Liga de las Sombras –eje central en la trilogía de Nolan– al comando de Ra’s al Ghul, personaje que recuerda al Viejo de la Montaña, aquel anciano misterioso que dirigía la secta de los Hashishin a los que Marco Polo describe en el siglo XIII en sus viajes por Oriente Medio: asesinos refinados, elegantes musulmanes que cometían sus crímenes luego de pasar por una fumata de hachís.
Es claro: el miedo y la neurosis hacen de Bruce Wayne un héroe angustioso y forzado, un héroe que padece su heroísmo (reverso completo de Superman, que goza de sus facultades en demasía). Esa épica de la soledad y el destierro que nos muestra Christopher Nolan no es sino un combate psicológico y moral, un nudo gordiano que debe ser partido para la reconstitución o sanación posible. Los tres films de la saga The Dark Knight, que comienza con Batman Inicia (2005), continúa con Batman, el caballero de la noche (2008) y concluye con Batman, el caballero de la noche asciende (2012), dan cuenta de dos ejes: la norma (lo normal) y el anormal. Batman es el outsider; políticamente, un anarquista de derecha y un aristócrata fuera de la ley. Siguiendo esta línea de pensamiento, pero en otro orden de cosas, el tema de la percepción será central en la trilogía así como en la filmografía de Nolan (Insomnia, Memento, The Prestige): todos los personajes se mueven en claroscuros y frente a la imposibilidad de dar con su verdadera identidad: el enigma en el fondo de toda la serie. En este sentido, un concepto como travestismo moral será nodal. La “normalidad” y las reglas mutan al modificarse el rostro. Nada parece ser lo que es en este caso.


El ensayista italiano Paolo Zanotti, en su texto Gay. La identidad homosexual de Platón a Marlene Dietrich, asegura: “Si leemos dos relatos dedicados a Dupin (el personaje de Poe) prestando atención a las pistas sobre el detective, escribe poesía, admira a Epicuro, siempre está alerta y vigilante, es un andrógino moderno, es amigo de un conocido dandy cuyos sirvientes son casi todos napolitanos, no frecuenta nunca a la misma mujer. El diagnóstico de homosexualidad es casi obligado. El primer ejemplo que me viene a la mente es, sin duda, Sherlock Holmes. Nacido casi al mismo tiempo que la enmienda de Labouchere, Holmes es, junto a Wilde, la máxima encarnación del esteticismo victoriano. Los rasgos que recuerdan la confluencia esteticismo-homosexualidad son: la pasión por la música, el uso de morfina, la desconfianza hacia todo aquello que es natural y extraurbano, su obstinado estado civil de solterón, su pasión por las orquídeas. La premisa de estos misterios, los del detective y los de la ciudad indagada, es que siempre hay algo oculto.
La ‘doble vida’ y la ‘identidad secreta’ no son más que las consecuencias de los dos imperativos fundamentales (y contradictorios) de la sociedad burguesa: sé tú mismo, sé como los demás”. Uno podría pensar que la descripción de Zanotti se ajusta a la psicología de Bruce Wayne, incluso parece describirlo de modo irremediable. La doble vida de Wayne entre el filón de sus “variaciones”; vale decir, Bruce es: millonario, solitario, playboy, dandi y, claro, homosexual. Todos los personajes son Wayne y Batman, parten de ese juego de dos caras, dos identidades que desde el comienzo de la saga se permiten ver también en sus oponentes: el Dr. Hart Crane/Espantapájaros, el fiscal de distrito Harvey Dent/Two Faces, Selina Kyle/Gatúbela. En ellos, la condición de la máscara es también una mascarada. Recordemos lo que le dice Wayne/Batman al joven policía John Blake que lo secunda en la película final: “La máscara no es por ti, es por la gente que te quiere”. En algún sentido, esa faz oculta es por los otros, para preservarlos del secreto y la completud, que es insoportable. La sexualidad en Batman merecería un tratado extenso y una reflexión sistemática: su neurosis galopante lo lleva a cometer actitudes reactivas y psicopáticas. Al comienzo de El caballero de la noche asciende, vemos a un Wayne quincuagenario, con bastón, barba rala, rengo y cansino. Un aristócrata solterón arrinconado en su mansión y ajeno a todo. Fiesta mediante, la sorpresa detonante adviene al conocer a Selina Kyle, suerte de alter ego femenino de su persona: bisexual y fetichista, de allí el hilo conductor.


Ciudad Gótica parece reclamar un espacio y dirimirlo entre todos. ¿A qué referencias estéticas y filosóficas nos lleva Christopher Nolan en su versión de la adaptación de Frank Miller? La remanida cuestión de la oscuridad y evidente por el título no parece ser lo central. La cosa siempre fue política, y más fuertemente en la tercera entrega de la saga: la reflexión sistemática sobre el caudillismo encarnado por el supersoldado Bane (un dictador bodybuilder) que somete a la ciudad a su personalismo desde el espanto, suspende toda garantía constitucional, emprende juicios sumarios sin pruebas, todo en aras de cierto bienestar general que se verifica en su toma de la bolsa (New York). Batman, en este sentido, se acomoda como quien, desde fuera de la ley, la reconstituirá. Un estado de excepción que permite una mayor eventualidad. A diferencia de la anarquía que pretendía sembrar el Joker, la “gestión de Bane” quiere centralizar el poder en su figura. El mal no es tanto el desorden como la suma del poder público.
El Batman de Miller, que Nolan recrea, dialoga no sólo con la tradición del policial negro hard-boiled, sino que deja en evidencia cierta heroicidad puesta en duda. Batman carece de poder alguno, y sus motivaciones son el dolor psíquico y la posibilidad de transformación personal. Pero si extremamos esta estética llegaremos al decadentismo oculto, y Gótica es a Batman lo que París a Charles Baudelaire. Es el propio poeta francés leyendo a Poe (en Baltimore, Filadelfia y Nueva York) en clave esteticista. Esa ingeniería poética tiene remisión simbolista y nos entrega a un personaje como Wayne. La urbe y el solitario son, además, la ciudad del pecado, del dolor, de la contaminación, de la sexualidad polimorfa y perversa, sin finalidad reproductiva.
Todas las preocupaciones de Wayne parecerían ser baudelaireanas: los paraísos artificiales, los placeres, la cosmética, el fetichismo, cierta misoginia o, mejor, spernoginia (del latín spernere, despreciar), así como ese anarquismo romántico o individualismo libertario, tan presente en pensadores como Nietzsche, Unamuno, Martínez Estrada, Spengler, Barres, Thoreau o Lugones. De allí el lógico diálogo con lo victoriano de Sherlock Holmes. En Batman no hay espacio para la naturaleza. La alusión a lo natural sólo se muestra en el comienzo de la trilogía como mera necesidad de entrenamiento físico y espiritual en un marco de hostilidad y brutalidad, de rigor y disciplina, de sistematicidad sectaria. Dice Baudelaire en su artículo El Dandi: “En la anarquía de esas épocas, algunos hombres desclasados, hartos, ociosos, pero todos ricos en fuerza nativa, pueden concebir el proyecto de fundar un nuevo tipo de aristocracia, tanto más difícil de demoler cuanto que estará cimentada en las facultades más preciosas, las más indestructibles, y sobre los dones celestiales que ni el trabajo ni el dinero pueden otorgar. El dandismo es el último destello de heroísmo en las decadencias”. El pathos parece ser el signo de Batman, y el texto del poeta termina deschavando lo que el murciélago no muestra. La decadencia es condición de posibilidad de la emergencia de Batman, algo que Nolan nos exhibe de modo impecable.
El gran ensayista y pensador José María Ramos Mejía es autor de un magnífico libro que brilla como testamento de la filosofía positivista de las pampas: Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina (1878); allí podemos leer lo siguiente: “La creencia de que los hombres privilegiados tienen sus extravagancias y excentricidades, que por su fuerte acentuación toman muy a menudo un carácter patológico; la existencia de sus delirios, alucinaciones y a veces accesos de verdadera enajenación mental es una verdad que viene dibujándose y haciéndose camino mucho tiempo hace en la mente de los observadores”. Reemplácese “hombre privilegiado” por “héroe” y lo mismo podemos decir de Wayne. Ramos Mejía procesará en su analítica la neurosis de Rosas, el alcoholismo del fraile Aldao, el histerismo de Monteagudo y el delirio persecutorio del almirante Guillermo Brown; aquí hicimos lo propio con la patología de nuestro héroe, complejo sexual y narcisismo mediante. Quizás toda genialidad o heroísmo conlleva un dolor psíquico de origen, tal vez con fórceps, a una lectura clínica-política, desde Batman, en estos días: la patología manda, la estética sigue.

Héroe jubilado
Escrita por Frank Miller y dibujada por David Mazzucchelli, Batman: Año Uno es una miniserie de cuatro tomos lanzados entre febrero y junio de 1986. Aquí leemos el origen del Caballero Oscuro, el comienzo de la construcción del mito personal de Batman y su incipiente alianza con el comisario Jim Gordon a fin de ocupar el rol de centinela de la ciudad. En el inicio Miller ponía en evidencia a un Batman inexperto, inseguro, débil y hasta amateur, un ciudadano más cuya fuerza va recrudeciendo a medida que el recuerdo traumático del asesinato de sus padres se hace presente. En definitiva, un individuo movido más por la venganza que por la justicia. Desde ese comienzo, del cual Jonathan y Christopher Nolan toman gran cantidad de elementos en la escritura del guión, hasta el Bruce Wayne triste y solitario del final, arribamos al capítulo del cómic en el cual hace su aparición el villano Bane (un supersoldado entrenado implacablemente, tanto física como intelectualmente). Enemigo que destrozará la columna vertebral de Batman dejándolo discapacitado por un largo tiempo y obligándolo a buscar a un sucesor (conocido como Azrael), quien tomará bajo sus manos la protección de Ciudad Gótica durante el año entrante, pero de un modo más violento y rapaz que el propio Batman, lo que creará recelo y temor en la ciudadanía de Gótica. Un Batman en silla de ruedas cierra el ciclo de la oscuridad.

Fuente: Perfil.com
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