sábado, 11 de octubre de 2014

UN LIBRO MALDITO Por Claudio Javier Castelli


Obertura sobre el libro de René Palacios More, “Objeto Fractal Para Gobernantes del Imperio”, editado por dadábrolisdadá, baires, 2013.
Objeto fractal para gobernantes del imperio” es un libro maldito, no sólo porque él autor es un poeta maldito, sino que está doblemente maldecido por el hecho maldito del peronismo, como acontecimiento sustancial y vivencial de la política Argentina, cada vez que éste vuelve a las fuentes revolucionarias del primero y segundo gobierno de Perón.
Si Scalabrini Ortíz escribió “El hombre que está solo y espera”, en 1931, con un capítulo dedicado a “El hombre de Corriente y Esmeralda”, en sintonía con el hombre que esperaba la revolución nacional, este libro de René es una forma de elegía al líder que encabezaría la revolución nacional. Y esta hecho de la misma madera que el libro de Scalabrini Ortíz.
Lo fractal es una voz inventada por el matemático francés Benoit Mandelbrot, en 1975, que consiste “en una figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos que tienen la propiedad de que en su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea la escala con que se observe” (RAE), el libro de René es un objeto fractal consumado. Cualquiera sea la escala de observación y lectura del libro, es invariable, como el ser de Parménides, más allá de las vicisitudes cotidianas, es un ser, un hombre, jugando a los dados con el universo de la contingencia, de lo que puede o no ser, tirando las cartas al qué será, la única y universal manera de ser auténticamente libre, una criatura humana sobre este planeta, por supuesto que sufriendo todas las dificultades del andar sin un mango en el bolsillo, a la buena de Dios.
Puede ser entendido este libro como la Biblia del peronista perseguido; Atahualpa Yupanki pensó “Las Coplas del Payador perseguido”, siendo Yupanki alguien perseguido por el peronismo por su afiliación al Partido Comunista. René nos presenta estas coplas del peronista perseguido por militares, democracia boba, medios de comunicación dominantes y cultura oficial, hasta darse de bruces con Néstor y Cristina, referentes fundamentales, de la tradición peronista.
 Pero el libro no encuentra paz, hasta cuando, al decir borgiano “el sabor de la manzana no está en la fruta misma sino en el contacto de la fruta con el paladar del lector”, lector que pasa a ser cómplice fugitivo, con el autor, después de la primera línea leída, por la coparticipación a que invitan sus versos.
Pero una vez que el libro acepta esa coautoría, advierte que hay más, hay una vida de poeta adentro. Personalmente quise ser poeta en los ochenta y principios de los noventa, fue una de las experiencia y de los propósitos más importantes que tuve en la vida; pero me di cuenta después, con el transcurrir de los años, que había que tener agallas para ser poeta a todo trance. Bueno, en René, tenemos a un hombre que dedicó su vida al arte y a la poesía. Cuando lo conocí personalmente, hace dos años, en una librería de viejos, en la calle Corrientes (“Kafka y Cía”), donde nos reunimos, desde entonces, marginales y poetas, lo busqué enseguida en la “Antología de la poesía Argentina”, en tres tomos, de editorial Fausto, de Raúl Gustavo Aguirre.
René era uno de los poetas que había sido de mi agrado, porque lo tenía señalado con una marca, marca que este libro lleva en la frente, que René lleva en la frente, con “Con tu pinta poeta de gorrión con gomina”.
Si uno, a medida que pasan los versos: va reconociéndose en ellos, no lo dude Sr. Lector, usted es peronista con carné del club.
Los que nunca
Fueron forzados a declarar
Los que nunca
hurgaron en la basura
Los que nunca
tuvieron que reconocer el cadáver”
Estos tres versos se meten en la historia de la Argentina y de América Latina, ¿quién no podría sentirse interpelado por estos versos? Sólo los otros, los dueños del poder político y económico durante tantos años en el país, podrían rechazarlos, sentirse incómodos, porque eran sus autores, cómplices o encubridores o instigadores de los verdugos.
Todo el libro es una declaración de guerra a los oligarcas aviesos, para los “enemigos ni justicia”, dicen que dijo el general.
En esta posmodernidad tuitera, cada uno de los versos son un tuit directo al meollo del mundo nacional y popular, al cogollo cómodo de la vida burguesa, de la vida bacana. Aunque René también es un bacán porteño de la poesía vanguardista y clásica.
Los que nunca
Jugaron su último dinero a un billete de lotería
Los que nunca
se agacharon a recoger una colilla”
Cuantas veces, mientras disfrutaba (decir disfrutar…) la internación en un Hospital Psiquiátrico, por mi apego antiguo a vicios non santos, me agaché a recoger una colilla, en un territorio desolado, de tierra baldía, al decir de Jacobo Fíjman “El camino más alto y más desierto” “se acerca Dios en pilchas de loquero” “Piedad”. Pero René de ninguna manera le pide piedad a la vida, al contrario, quiere que sus excesos lo revuelquen en una ola artística y golosa, como esos cuatro amigos que se habían reunidos en una casa, en las afueras de París, para comer hasta morir, en la película de Marco Ferreri, “La gran comilona”. En René, es ópera, sexo, literatura, cine, y charlas largas.
La poesía de René, como decía Octavio Paz, de la poesía de Enrique Molina, “como un cuchillo se hunde en la realidad”. Es una experiencia netamente vivencial no existencial. Lo existencial tiene un tono, un amaneramiento, un manierismo superfluo y vacío, lo vivencial es peronista.
Pensaba en esos días, cuando llegando a fin de mes, tenemos dos pesos en los bolsillos, cuántas veces nos jugamos el último billete en un número a la quiniela. Por lo menos René plantea jugárselos en un billete de lotería, por el cual hay que contar con 10 o 20$. Es infame el verso, pero tiene su “aristocracia arrabalera” en el juego, y su lucha de clases, entre los olvidados que juegan su número de quiniela, y los aristócratas que con los últimos pesos juegan un billete de lotería.
Los que nunca
vieron que a veces todos los días son grises”
Esa expresión adverbial, “a veces”, es el gozne entre un decir cotidiano, o un decir universal: de peronismo para todo el mundo.
Si el verso dijera:
Los que nunca
Vieron que todos los días son grises”
Sería un verso para la izquierda cipaya, o para un radical progresista, hundido por la fuerza de la burguesía, de sus propias cabezas. Se disfrazaría la vida de un pesimismo sabatiano, que la vida real no tiene, que el pensamiento, el arte y menos el arte de René tienen. Pero, el “a veces”, además de darle aquello por lo cual durante siglos se mataron los hombres, la verdad, aporta verdad al verso.
La verdad es en Hegel: idea, unión de concepto y realidad. Esa idea como verdad tiene tres formas de accesos al absoluto: el arte, la religión y la filosofía. Claramente, en René, la forma de acceso al absoluto es el arte. Y la vía de ascesis en él es unión de forma y contenido en vida poética.
Hay además en todo el libro, a lo largo de cada verso, algo no dicho, sugerido, y que no cierra con el final, algo abierto a la indecisión, a la incertidumbre de la vida bohemia, a la sorpresa cotidiana de la vida, a esas pequeños momentos, en que algo otro nos es revelado, en una persona, en una ocasión, en una circunstancia, vayan como ejemplo, estos versos:
Los que nunca
Contemplaron el rostro de su mujer lleno de incertidumbre
Los que nunca
razonaron largamente sobre la inutilidad de sus actos”
Los versos de este libro, nos llevan por un camino ciego, pero que tiene salida cuando los líderes de los pueblos se ocupan de los excluidos, los marginados, los ausentes de las estadísticas, y sondeos para presidente, y continúan la revolución nacional y popular inconclusa, siempre inconclusa, porque siempre hay mayor igualdad y justicia que reclamar.
Volvamos al principio, al carácter de poeta y libro maldito, el malditismo condenó a muchos poetas a una vida errante, y en no pocas veces a la autodestrucción, descuidando la belleza de la obra poética, pero es Borges quien dice “el infortunio personal del individuo puede ser la fortuna del poeta”, en los noventa, la vida y el arte se habían fragmentado y se condenaba el estigma de querer vivir como se escribía, recuerdo artículos al respecto en “El diario de poesía”, Hoy, pasadas esas ingenuidades, un verdadero poeta solo puede ser quien une escritura y vida.
Como los vagabundos de la ópera “La boheme”, de Giacomo Puccini, que deambulan por buhardillas sin destino, donde se puede encontrar, después de infinitos intentos, la matemática, científica, literaria, cinematográfica y exacta palabra, que va en la frase o el verso trabajado, y artesanalmente, baldomerianamente, ejercitados, también como “Mimí” pueden desfallecer en el intento, en la construcción de la vida y obra, como “Griseta” “al arrullo funeral de un bandoneón”, y, a pesar de ello, jugar la partida de ajedrez con la muerte, como en la película “El séptimo sello”, de Igmar Bergman, para sostener la vida artística ante toda oposición y obstáculos, que siempre nos acompañan en nuestros designios.
René la ha mantenido toda la vida, la vida maldita que le ha tocado en suerte.
Octubre de 2014.

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