domingo, 30 de diciembre de 2018

Raúl Mauro Finocchiaro - El cuento del Final… …y del Principio

UNO

Su despertar fue distinto a cualesquiera de los de siempre. No podía definirlo claramente pero, de toda evidencia, no era el apacible de los días serenos, tampoco el agitado de las noches de pesadillas ni el agobiante de cuando se excedía en la comida (o, con más frecuencia, en la bebida).
Por esa situación de rareza, al volver a la cama después de buscar el diario puntualmente arrojado por debajo de la puerta, permaneció largo rato mirando por la ventana cómo amanecía ese sábado en la ciudad de Buenos Aires.
Recordaba el sueño tenido unos minutos antes. Su nitidez hacía que permaneciese vigente la sensación de angustia pero, y aquí lo extraño, esas emociones no las había experimentado como propias, sino que las había recibido del visitante de su pesadilla, ésta un poco más extraña que las que poblaban habitualmente sus turbados sueños.
Finalmente, comenzó la lectura cotidiana. Pero pocos momentos después se encontraba con la vista perdida en la empapelada pared, volviendo una y otra vez a repasar los detalles de su reciente experiencia.
Al hacerlo, no pudo menos que recordar que –según leyera en más de una oportunidad- el escocés Abraham Stoker elaboró su obra célebre “Drácula” sobre la base de una pesadilla motivada en un atracón de pulpo. 
La idea cruzó fugaz y su ceño, habitualmente adusto, se aflojó en una sonrisa ¿Estaba verdaderamente empezando a chochear, como tantas veces se había dicho a sí mismo en broma?
Al rato estaba levantado, como para empezar la jornada. Y entonces, el espejo colocado especialmente en el lavadero para afeitarse sin tener que doblarse, le devolvió –como siempre- la imagen de su rostro.
Vió pues a Ciro Luciano Hoframura, próximo a los 54, reluciente su avanzada calvicie con el escaso cabello canoso en los laterales, que llevaba muy corto (exactamente igual que hiciera su padre y, según recordaba vagamente, su abuelo). A diferencia de ellos, empero, sus pómulos salientes recordaban que el dueño había sido muy delgado de niño y hasta avanzada la adultez, a despecho de que ahora una perceptible papada y su cuello eran evidencia de que su sedentarismo no podía procesar adecuadamente las grasas y ésta comenzaban a acumularse allí donde podían.
Ciro contempló a Ciro y con la mayor objetividad que pudo le fue agregando detalles de su personalidad; virtudes y defectos que creía (¿creía?) conocer.
El sempiterno solterón porteño, abogado y funcionario bancario, que llevaba veinte años viviendo solo y analizando sus frustraciones.
Por añadidura, ahora sus problemas eran mayores. Ya casi viejo sentía que su carrera laboral, otrora segura, tranquila y con  recompensas, no sólo había devenido en un callejón sin salida sino que podía estar próxima a un final no querido, pero que se vislumbraba inexorable.
Seguramente por eso era que, últimamente, su dormir se veía afectado por episodios de ansiedad aunque, no se engañaba, siempre en general sus sueños de toda la vida habían sido más de agobio que de regocijo.
Tal era el cuadro con que Ciro se miraba mientras la idea volvía a aparecer: ¿Y si volcase al papel el sueño? Un relato corto, un cuento, porque la cosa no daría para más.
El hombre ya maduro, desde el espejo y sin palabras le advertía que se dejara de sandeces, que se suponía que Ciro Luciano Hoframura era un personaje serio. Lo era, en efecto, pero ¿por qué no?
Al fin y al cabo siempre le había gustado escribir; es más, conservaba la fama de hacerlo muy bien.
Miró hacia su pasado; se amontonaban los trabajos para Literatura en el secundario con los posteriores en la Facultad de Derecho, cuando militara en el Movimiento Universitario Reformista. Allí había hecho crónicas sobre cine y libros en el suplemento cultural del Boletín partidario, él estaba seguro que tales escritos no habían sido nada malos.
Además, si bien muy lejos en el tiempo, había preparado ensayos de modo que la labor no le era novedosa en absoluto.
Sus ordenadas carpetas guardaban por añadidura, casi doscientos poemas en diferentes estilos, varios de ellos incluso se encontraban bajo la vitrea de su escritorio. Desde luego, las motivaciones afectivas que lo llevaran a redactar rimas nada tenían que ver con lo que ahora pasaba, pero lo concreto es que experiencia no le faltaba para encarar el asunto. Todo era cuestión de decidirse…¿Lo haría?... …

DOS

Su despertar fue tranquilo y firme. Estaba decidido: intentaría volcar al papel el sueño de días atrás, ése que lo había afectado.
En todo el tiempo transcurrido lo había pensado mucho y ahora volvía a sentir en los dedos el cosquilleo mucho ha olvidado que lo incitaba a sentarse frente a la máquina y ver surgir, poco a poco, sus ideas.
Claro que con las ganas no alcanzaban, debía armar un esquema y desarrollarlo o modificarlo según fueran las circunstancias.
Ciro no quiso admitirlo ni a sí mismo, pero se encontraba entusiasmado con la idea y ¡hacía tanto que no se entusiasmaba con algo!
Otra circunstancia a favor resultaba ser su inveterado hábito de lectura de ciencia ficción, que arrancara cuarenta años atrás con la ya mítica revista “Mas Allá”. Porque lo que tenía que escribir encuadraba en eso: ciencia ficción, aunque tuviera demasiada ficción y nada de ciencia.
Ya totalmente lanzado al objetivo, Ciro tomó un lápiz y el bloque de hojas renglonadas para acomodar allí las bases de su idea, que luego sistematizaría (si podía…) en su oficina.
Recordaba cada vez con más nitidez los aspectos de su aventura nocturna; en el sueño él era el único –por motivos no sabidos- que podía ver al visitante quien se esforzaba precisamente en no ser advertido, para lo cual había creado un campo especial no de hipnosis sino electromagnético o algo así.
Ese ser era de otro mundo y aunque no agresivo se advertía peligroso a despecho de existir una pretendida similitud con un búho, concepto que ya en el propio sueño Ciro rechazaba de plano.
En efecto ¿cómo podía semejar un búho algo que superaba sin esfuerzo los tres metros de altura? Y había otras circunstancias aterradoras que explicaban porqué debía ocultar su presencia como pudiera: los tres ojos con pupilas facetadas no encajaban con ningún modelo conocido en la Tierra, sin olvidar que las extremidades (superiores o inferiores, vaya a saber qué) eran bastante más de cuatro… …
Sin embargo, tamaño bicho era el que experimentaba  excitación y/o angustia tan vívidas que Ciro las recordaba al despertar, como también recordaba un número “2435” que no tenía explicación ¿sería tal vez su identificación seriada, como el de los soldados en guerra?
Ciro se concentró totalmente sobre el papel, dejando de lado su eterno dolor de cervicales… ...

TRES

Su despertar fue pacífico, hasta dulce. Evidentemente, el haber concretado el cuento tenía que ver con su estado de ánimo, porque experimentaba la tranquilidad de quien ha logrado un propósito.
Estaba satisfecho por haber delineado un armazón creíble y, en especial, por exponer el remate –es decir, el final- que mantenía el interés del lector, esto más allá de que su único lector había sido su secretaria quien, fielmente, pasara en limpio su borrador y, sin duda, desconfiara de su cordura pese a estar acostumbrada a sus devaneos literarios.
Pero la realidad marcaba la presencia de la carpeta con su veintena de carillas prolijamente tipeadas, nada menos que su cuento.
Miraba hacia la ventana, abierta a la todavía noche, cuando una oleada de nostalgia lo alcanzó, primero con suavidad, luego con una intensidad no habitual aún para él, tan melancólico siempre.
Comenzaron a desfilar imágenes del pasado, ora remotos, ora recientes. Se entremezclaban sin orden episodios felices y momentos amargos, hasta pudo hacer un conteo donde éstos eran muchos más que aquéllos.
De repente, advirtió la causa de su estado: se estaba muriendo.
Con pasmosa serenidad se dio cuenta que todo terminaba allí mismo, el camino concluía y no había –no para él, al menos- esa luminosidad que muchos habían relatado al recuperarse de un estado virtual de muerte.
No, el marco era de oscuridad absoluta, pero con el alivio del que supera una incógnita muy vieja, enfrentaba ese paso misterioso sin temor alguno. Su larga militancia masónica rendía su fruto extremo: miraba con sobriedad a la Muerte que ya estaba allí.
Tan tranquilo se sentía que pudo intrigarse (enigma que no develaría), por la ausencia del dolor fisico que sabía que experimentaban los que sucumbían por falla cardíaca. ¿cuál era la causa de su muerte entonces? Lo indoloro le facilitaba ser espectador de su propio final con calma y pasar revista cuidadosa de anhelos y fracasos.
Sus papeles estaban en completo orden, en eso no cabía esperar complicación alguna para su hermana y sobrinos, los que heredarían un patrimonio no grande, pero sí sin deudas.
Alcanzó a lamentar el no ver a Racing campeón otra vez, esperanza que se frustrara durante más de la mitad de su existencia… …
Su pensamiento se apagaba cuando surgió el remolino de rostros y nombres de mujeres que fueran importantes en una vida afectiva donde nunca pudo obtener felicidad plena… …
La punzada de amargura que el tema le causaba (como siempre fue), suavizó sus duros contornos al enmarcar el recuerdo de Delia, la última de un tiempo ya remoto y con quien se  concluyera definitivamente la perspectiva de una existencia compartida…
Se preguntó una vez más qué habría ocurrido si en vez de ser “no” hubiera sido “sí” en la crisis terminal que los separara y, con todo fervor, deseó para ella la dicha que, con él, no había podido ser. Aún ahora, después de tantos años ¡cuánto la necesitaba! Sus labios se esforzaron al formar el nombre querido: Delia…De…l… …

CUATRO  

SHINDIG-187-b se desplazó por el Centro Experimental con una rapidez llamativa aún para alguien de su edad, balanceando rítmicamente sus ocho brazos y seis inferiores como si nadara a través de la atmósfera. En rigor no tenía necesidad de hacerlo: su calidad de Médico-Jefe y lo antiquísimo de su origen (los ejemplares del segmento “b” al cual pertenecía, se perdían en el remoto pasado), le hubieran permitido atender el asunto desde su despacho.
Pero la señal de angustia y desaliento provenían de TWISS-22-o, el Investigador Jefe de Biología Sideral, por quien el Médico Jefe sentía un especial afecto ¡era tan promisoria la carrera de su discípulo a despecho de su juventud!
Así entonces decidió actuar personalmente y por ello entró en la zona recientemente adecuada para el último experimento, del cual SHINDIG-187-b no tenía mayores precisiones. Para ese momento, sus delicados sensores captaban las señales emitidas por varios integrantes de la unidad, anoticiándolo del estado en que se encontraba su discípulo y pidiendo para él la necesaria ayuda.
Un solo vistazo le bastó para saber que no había exageraciones; el sistema de visión de TWISS-22-o exhibía las certeras señales de desazón (además de un enorme cansancio, pudo añadir), sus tres pupilas facetadas habían alcanzado ese tono amarillento lavado que así lo certificaban.

-¿Ha fracasado el experimento, no lograste contacto?- inquirió directamente el médico.
-Sí y nó- Fue la lacónica respuesta Aunque enseguida aclaró –Hicimos contacto indudable, muy breve y parcial, pero cierto.
-¿Entonces?
-El ciclo biológico del receptor ha concluido.
-¡Oh!, es un contratiempo. Pero otro intento puede tener mejor suerte…- comenzó el Médico, vivamente interrumpido por el otro:
-No, SHINDIG, creo que murió por causa misma de la prueba, en otras palabras me parece que lo matamos.

TWISS-22-o continuó incontenible, en una poco habitual actitud de catarsis que el Médico-Jefe juzgó conveniente no cortar:

-Debimos (yo debí)  tener más cuidado ¡esos seres son tan diferentes a nosotros! Están en el tercer planeta de un sistema con una sola estrella (lo que contradice la teoría de mis antecesores TWISS-16-o y TWISS-20-o, que sostuvieron que la vida se originaba a partir de sistemas binarios por lo menos. Por eso calculan el tiempo en función de lo que tarde su planeta en orbitar alrededor de su astro, a eso llaman “año” en la lengua de nuestro receptor (tienen muchísimas lenguas ¡imaginate!); el astro es llamado Sol y ha sido la primera deidad de esos pueblos; a su vez su planeta rota sobre sí mismo en lo que llaman “día” y “noche”, entendemos que eso quiere decir que parte de ese lapso están en la oscuridad natural (¿cómo será eso?). Desde luego, el día y la noche también son –o han sido, no lo sabemos con certeza- dioses en un primitivo pasado. Su ciclo biológico dura algo más de setenta de esos “años”, aunque nuestro contacto ha vivido bastante menos, de acuerdo con lo que calculamos.
-Estos seres deben pasar parte del día, algo así como un tercio, en una especie de letargo que llaman “dormir” y fue durante uno de ellos que entramos en su pensamiento, no pudimos hacerlo en otra porción del día cuando estaba despierto excepto en sus instantes finales y todavía no determinamos si nuestra insistencia es la que le resultó fatal. ¡Solamente tienen dos sexos! Y claramente diferenciados, los ejemplares pertenecen a uno u otro. Su forma de vida, justamente, incluye la organización en grupos a partir de una relación que empieza con dos de ellos –uno de cada sexo- y sus reproducciones, que llaman “familia”.  Puestas así las cosas, la manera cómo se dan tan curiosas relaciones tendrán a nuestros sociólogos ocupados por generaciones. Justamente ELEM-81-f  está cargando los últimos datos obtenidos en el Ordernador Central. A él lo apasiona el conflicto que, sin duda, ha de plantearse sobre el valimento de un sexo sobre el otro. De hecho, nuestro receptor tenía como buena la supremacía de un sexo sobre otro, que es el que lleva el sistema para incubar la reproducción. Sin embargo, ese sexo inferior parece causar una particular emoción en el otro; pudimos captar los últimos momentos del receptor y su mente esta colmada con ese ¿sentimiento? hacia alguien, a quien estimamos que nombraba al expirar. ¡Es apasionante estudiar algo tan novedoso! Y debe ser por todo eso que les resulta fácil la reproducción –según los datos del banco de memoria del receptor, son miles de millones- pero, a la vez, mueren con facilidad ¡todo al revés de nosotros! ¿ves? Y añadió:
-Su aspecto difiere totalmente del nuestro, su estatura es apenas la mitad de nuestros ejemplares más jóvenes. Tienen únicamente cuatro extremidades, con funciones diferenciadas pues solamente se yerguen sobre uno de esos pares y el otro es el que usan para asir las cosas. Asómbrate ¡nada más que dos ojos! El par parece una constante biológica, pues también dos son las manos y aunque con cinco dedos cada una, sólo uno de ellos se opone a los otros cuatro. Evidentemente, deben sentirse muy limitados en el uso de sus cuerpos, tanto que hasta se comunican –como nuestros lejanos ancestros- con la emisión de sonidos, que ellos llaman “habla”. No hemos hallado indicios de telepatía.
El Investigador Jefe calló, sumido en su desazón.
SHINDIG187-b advirtió que ese ensimismamiento, dadas las circunstancias no resultaba apropiado y, con el fin de lograr que TWISS-22-o continuase descargando su aflicción dijo, señalando un aparato de evidente medición que marcaba “2435”-¿Qué fin cumple esto?
La amargura del Investigador Jefe pareció aumentar al responder:
-Eso es otra muestra más de lo incompatibles que somos. Es un termómetro adaptado al la temperatura de esos seres, que fue lo primero que pudimos determinar. Está marcando la temperatura de este ambiente en equivalencia para ellos; dado que su cuerpo funciona con 36/37 todo indica que cualesquiera cosa viviente de este planeta Tierra (¿Te dije que así lo llaman?) pues aquí se reduciría a cenizas en segundos.
-Estoy convencido que, al hacer contacto, hemos dañado no su cerebro que parece fuerte, sino el órgano que poseen para regular el caudal sanguíneo, que en ellos es único y lo llaman “corazón”.- Agregó TWISS-22-o con tristeza.
-Con todo lo terrible que nos resulta, no debes culparte por algo que, en el peor de los casos, fue un desgraciado accidente.- El viejo médico sentía crecer su preocupación por la desazón del biólogo,
-No, SHINDIG, dijo TWISS-. Para nosotros la vida tiene un valor supremo ¡nos cuesta tanto reproducirnos!  Y yo he observado cuidadosamente el principio en mis investigaciones. Aunque estos seres evidentemente no tienen en tan alta estima el concepto, son merecedores del mayor de los respetos y cuidados para no resultar dañados, cosa que aquí pasó.
-Además…¿Te has dado cuenta que fue la primera vez luego de tanto intentar que alcanzamos a contactar una mente ajena? Y eso a una distancia enorme: se encuentran en una galaxia que nosotros no tenemos ni numerada y que ellos denominan Vía Láctea. BORGUDD-8-e (que ahora es Astrónomo Jefe, dicho sea  de paso) ha calculado que, en la escala terrícola, nos separan cien millones de años luz. En tiempo, te agrego, es casi el doble de tu edad, SHINDIG.- concluyó el biólogo.
El médico no pudo menos que sobresaltarse, pues hacía mucho que no se enfrentaba a hechos o seres originados antes de su propia creación, por lo que a su pesar, hubo de admitir:

-Sí, parece que la mente terrícola tiene su valía, ¿no?
-Aún hay más…BUHO-3-p, el más joven del grupo está con el analizador eónico desentrañando otro enigma que, a él, lo está volviendo loco-. El agregado del Biólogo Jefe volvió a sobresaltar al Médico, quien no quería otro caso de alteración psíquica en el proyecto, por lo que preguntó con cierto temor:
-¿Qué le pasa a BUHO-3-p? Su ingeniería genética es el último modelo desarrollado, se supone que no podremos mejorar su modelo en bastante tiempo.

TWISS-22-o, con claro desconcierto, informó: -El estuvo conmigo integrando el puente de envío y potenciación de ondas cerebrales en el momento preciso del contacto y, al instante de enviar yo imagen de mi aspecto, él superpuso su nombre al mío y el terrícola reaccionó ¡nada menos que rechazando el nombre! No logramos determinar cómo sabía él que había transposición de nombres o, en todo caso, porqué rechazaba o no aceptaba a BUHO, cuando la imagen (mi imagen) debía provocarle mayor impacto.

Ya con énfasis, apremió al médico: -¿Te das cuenta, SHINDIG-187-b, lo importante que era mantener el contacto que ahora se truncó?

-Es cierto, pero lo intentarán con otro, me imagino. No puede ser que éste haya sido el único de su especie con esa aptitud-. El médico volvía a su racionalismo descarnado.
-Sí, pero las secuencias temporales son muy distintas, como te dije. Aunque lo hiciésemos ahora (que no es posible) y lográramos otro contacto de inmediato, por lo menos habrán transcurrido cien años terrestres o sea tres generaciones de terrícolas. Hemos perdido definitivamente el contacto con los temporáneos de nuestro receptor, que ha sido nuestra víctima… …

SHINDIG-187-b enfocó con decisión su sistema ocular sobre el Biólogo Jefe, sus tres pupilas facetadas refulgían con el fuerte azul pues era momento de potenciar su idoneidad y experiencia y con firmeza le dijo:

-Vamos, TWISS-22-o. Esa raza por lo primitiva se ve que es joven y, seguramente, no detendrá su desarrollo en su próximo siglo. Deja ya esto por ahora, llama a BUHO-3-p, BORGUDD-8-e y a ELEM-81-f, que mucho se han esforzado. Los cinco iremos a dar una vuelta, ya volverán al trabajo con tiempo, recuerda que eso nos sobra. Nuestras estrellas (¿Soles, los llaman los terrestres?) están todas brillando y, quien te dice, entre todos logremos una reproducción que nos confortará. Ninguno de ustedes lo ha conseguido aún y yo lo hice hace tanto que ni recuerdo. Vamos, vamos.

Los cinco científicos salieron al exterior de su mundo. Allí la temperatura y el color eran tales que jamás habrían de ser captados por los terrestres; los seis astros que dominaban al planeta lo forzaban a una órbita errática que nunca se repetía y exhibían, todos a un tiempo, sus colores diferentes provocando una mezcla fuera de la escala cromática terrícola, pero que para los investigadores era la Vida, ésa que tanto respetaban y lamentaban haber destruido en el otro confín del Universo… …

CINCO

Ya no habría despertar… … …

La Mosca, instalada en el alfeizar de la ventana, contemplaba el rostro que, desde la cama, parecía mirarla con fijeza. Extendió sus alas y se lanzó en un vuelo que, su instinto le decía, sería sin peligro.
Cuando sus patas almohadilladas tocaron la piel humana se confirmó su tranquilidad, pues percibió claramente la ausencia de calor. Para más, al rozar el párpado abierto no hubo reacción alguna; esas pupilas ya no volverían a mirar, ni siquiera a cerrarse por acto propio.
Claro que la Mosca no razonó sobre esto; al seguir su camino mejilla abajo se limitaba a cumplir su ancestral papel, misérrimo pero papel al fin, en el torrente de la Vida Universal… … …

FIN

_________________________
Este cuento inédito fue escrito por Raúl Mauro Finocchiaro bajo el seudónimo de Horacio ROURA MALNUFIC en Buenos Aires, lunes 9 de mayo de 1994.

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