lunes, 18 de julio de 2016

Repeticiones por Roberto Merino

Sería entretenido hacer un recuento de los sinónimos y expresiones sustitutas que se utilizan en los textos para eludir las repeticiones de palabras. En los talleres de redacción y en la prensa, este escrúpulo tiene carácter normativo. Lo curioso es que no está muy claro por qué uno no debería emplear dos o tres veces una misma palabra en el curso de un párrafo. ¿Por cumplir con el criterio de la eufonía? ¿Por hacerle una venia a la superstición de la riqueza de la lengua? No lo sé, pero ya ven: puse utilizar y después emplear.

Bioy Casares, en el prólogo a su Diccionario del argentino exquisito, da algunos ejemplos de los esfuerzos verbales que ha merecido la necesidad de no insistir en el nombre de Homero: bardo ciego, padre de la épica, autor de la Ilíada, rapsoda numeroso, ocasional dormilón. "El culto de la riqueza de vocabulario -argumenta- va acompañado por el temor, generalmente ridículo, de repetir palabras. En trance de evitar repeticiones sometemos al lector a un régimen de sobresaltos, como si destapáramos monigotes de resorte".

Este es el motivo por el cual los médicos son también facultativos o galenos y a los perros se les llama ejemplares y colegiados a los abogados, tal como se habla de instituto emisor por no decir Banco Central y de cuadro albo para no repetir Colo Colo. En los relatos de fútbol, a propósito -género de barrocas elevaciones- se cambian las palabras con demasiada frecuencia. El antiguo precalentamiento se ha convertido hoy en ejercicios precompetitivos. El lineman de antes, que después fue guardalíneas, es hoy juez asistente.

Recuerdo que de niño me molestaba mucho -quizás porque estaba en la etapa inicial de la relación entre las palabras y las cosas- cuando alguien llamaba a algún objeto de un modo distinto al que yo había aprendido: lentes por anteojos, correa por cinturón, cotona por overol, ave por pollo, cuarto por pieza, cena por comida.

Me pregunto cómo habría que llamar a Mario Levrero para no repetir su nombre: ¿el genial escritor uruguayo, el quietista charrúa o -de manera alevosa- el Kafka del Plata? Como fuere, el hecho es que Levrero hace observaciones interesantes sobre el tema: dice que si en un texto ha escrito cuatro veces la palabra casa y luego pone la palabra morada, significa que la cosa está "de décima"; o sea, muy mal. A su modo de ver, "el uso de sinónimos para encubrir la falta de elaboración es la máxima torpeza".

Esto está en Conversaciones con Mario Levrero , de Pablo Silva Olazábal, un libro que hace pensar, al repaso de las páginas: por fin aparece algo donde se habla de la literatura desde la experiencia de quien la escribe. El libro fue inicialmente publicado en Uruguay, y hoy lo reedita Mansalva en Argentina. La edición chilena es de Lolita Editores, e incluye textos muy aclaradores de Álvaro Matus y de Ignacio Echevarría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...