sábado, 26 de septiembre de 2015

Mariana Enriquez (Prologo a la Novia del espectro de Washington Irving)

Todos los países del mundo tienen sus historias de fantasmas, su folclore macabro, sus cuentos de miedo que permanecen en la memoria durante generaciones. Pero hay momentos en que un país se convierte en el centro geográfico de lo sobre natural. Desde mediados de siglo XVIII y hasta mediados de siglo XIX, ese lugar fue Alemania. Los motivos de esa centralidad fueron varios: la aparición de un escritor de relatos fantásticos y de horror extraordinario como E. T. A. Hoffmann; el trabajo de los hermanos Grimm, que durante esos años realizaron su exhaustiva recopilación de cuentos tradicionales, que incluía relatos verdaderamente espeluznantes como “Hansel y Gretel”; y sobre todo el romanticismo alemán, un movimiento artístico que se revelaba contra el Iluminismo y la relación científica de la naturaleza, un movimiento que les daba una importancia fundamental y estetica a las emociones fuertes, especialmente el horror, el asombro, el terror. Para el romanticismo, el folclore y los cuentos tradicionales no solo eran importantes, si no sublimes, trascendentes. Por aquellos años Edgar Allan Poe -que algo sabía del tema- dijo que “el terror no viene de Alemania, viene del alma”. Pero lo cierto es que, por aquella época, el alma alemana ofrecía dosis de terror más que generosa.
“La novia del espectro” transcurre en ese territorio hechizado. (...)  

Fuente: Colección clásicos del terror de Editorial Planeta, prólogo de Mariana Enriquez al cuento "La novia del espectro" de Washington Irving

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