PRIMERA EDICIÓN: Setiembre de 1965 – Editorial Sudamericana
“…si lo extraordinario parece hoy inaccesible a la criatura humana es porque la criatura humana se ha venido apretando en horizontes mentales cada vez más estrechos, y porque la zona cortical de su alma se ha solidificado en un cascarón infranqueable; y que le bastaría con ofrecer algunas “aperturas” en la cáscara frágil aún de su endurecimiento para que Lo Extraordinario se manifieste con absoluta naturalidad”
Argumento.
El 14 de abril de 1963, el autor, Leopoldo Marechal, rescata de su altillo una carpeta con la etiqueta: El banquete de Severo Arcángelo, y toma la decisión de escribir lo acontecido en ese evento. La historia comienza cuando Marechal, que visitaba a un amigo en un hospital, conoce a Lisandro Farías, un moribundo vecino de cama de su amigo, y que según sus dichos en quince días moriría. “Yo Lisandro Farías, nacido en la llanura, muerto en Buenos Aires y resucitado en la Cuesta del Agua…”
Ese encuentro no casual, los relatos y el material traído por Farías de la Cuesta del Agua (la carpeta) y que entrega al autor, permitirán escribir esta novela. “Severo Arcángelo había previsto la conveniencia de facilitar algunas “aperturas” al hermetismo del Banquete. Yo (Farías) soy el mensajero y usted (Marechal) el receptor, gústenos o no”. Un lugar y un personaje casi míticos, la Cuesta del Agua (donde se irían después del banquete) y Pablo Inaudi (El Maestro), están permanentemente presentes en la historia, orientando la trama aunque no se los vea. Pablo Inaudi solo aparece como en un sueño, como un relámpago en la noche, en una inquietante conversación que mantiene con Farías. Lisandro Farías es un periodista exitoso pero desencantado de su profesión, y que la define así: “¿Qué cosa es un periodista?... el periodista es un ente que, por fatalidad de oficio, está condenado a escribir todo de todo, sin saber nada de nada”. En su relato Farías cuenta como en un momento de profunda crisis, luego de la muerte de su esposa Cora Ferri, intenta poner fin a su vida y es rescatado por la “Envida Número Tres”, enviada por Severo Arcángelo, para invitarlo a la organización del Banquete. Severo Arcángelo es un industrial metalúrgico que tiene una importante fundición en Avellaneda. Llegado el día y hora de la invitación lo pasan a buscar a Farías y lo llevan a una “quinta de veraneo” de San Isidro, propiedad del fundidor, donde se lo instala en un Chalet, próximo a la “Casa Grande” donde se llevaría a cabo el Banquete, junto al Profesor Bermúdez y el Doctor Frobenius. Ambos se sentarán a la mesa del Banquete, y ambos, también fueron rescatados de situaciones límites por la Enviada Número Uno y la Enviada Número Dos, respectivamente. El profesor es el que lo introduce en la mística teatral del Banquete y lo lleva a la entrevista con Arcángelo. El Metalúrgico de Avellaneda representando una farsa con ribetes teatrales le cuenta como Pablo Inaudi le hizo “la Proposición del Banquete”. A partir de allí Farías se ve envuelto en una trama, donde aparecen y desaparecen extraños personajes siguiendo un preciso libreto, que él no alcanza a comprender y que su último acto sería el Banquete. “El gran Viejo (ese era uno de los apodos de Severo Arcángelo) perfecciona su libro teatral en cada una de sus representaciones.
Bajar Libro.
Miscelánea antológica de cuentos fantásticos y vídeos dedicados al género, sobre aquellos mundos que habitan el imaginario colectivo y que alimentan el insaciable punto de vacilación...
sábado, 18 de octubre de 2014
sábado, 11 de octubre de 2014
UN LIBRO MALDITO Por Claudio Javier Castelli
Obertura
sobre el libro de
René Palacios More, “Objeto Fractal Para Gobernantes del Imperio”,
editado por dadábrolisdadá, baires, 2013.
“Objeto
fractal para gobernantes del imperio” es un libro maldito, no sólo
porque él autor es un poeta maldito, sino que está doblemente
maldecido por el hecho maldito del peronismo, como acontecimiento
sustancial y vivencial de la política Argentina, cada vez que éste
vuelve a las fuentes revolucionarias del primero y segundo gobierno
de Perón.
Si
Scalabrini Ortíz escribió “El hombre que está solo y espera”,
en 1931, con un capítulo dedicado a “El hombre de Corriente y
Esmeralda”, en sintonía con el hombre que esperaba la revolución
nacional, este libro de René es una forma de elegía al líder que
encabezaría la revolución nacional. Y esta hecho de la misma madera
que el libro de Scalabrini Ortíz.
Lo
fractal es una voz inventada por el matemático francés Benoit
Mandelbrot, en 1975, que consiste “en una figura plana o espacial,
compuesta de infinitos elementos que tienen la propiedad de que en su
aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea
la escala con que se observe” (RAE), el libro de René es un objeto
fractal consumado. Cualquiera sea la escala de observación y lectura
del libro, es invariable, como el ser de Parménides, más allá de
las vicisitudes cotidianas, es un ser, un hombre, jugando a los dados
con el universo de la contingencia, de lo que puede o no ser, tirando
las cartas al qué será, la única y universal manera de ser
auténticamente libre, una criatura humana sobre este planeta, por
supuesto que sufriendo todas las dificultades del andar sin un mango
en el bolsillo, a la buena de Dios.
Puede
ser entendido este libro como la Biblia del peronista perseguido;
Atahualpa Yupanki pensó “Las Coplas del Payador perseguido”,
siendo Yupanki alguien perseguido por el peronismo por su afiliación
al Partido Comunista. René nos presenta estas coplas del peronista
perseguido por militares, democracia boba, medios de comunicación
dominantes y cultura oficial, hasta darse de bruces con Néstor y
Cristina, referentes fundamentales, de la tradición peronista.
Pero
el libro no encuentra paz, hasta cuando, al decir borgiano “el
sabor de la manzana no está en la fruta misma sino en el contacto de
la fruta con el paladar del lector”, lector que pasa a ser cómplice
fugitivo, con el autor, después de la primera línea leída, por la
coparticipación a que invitan sus versos.
Pero
una vez que el libro acepta esa coautoría, advierte que hay más,
hay una vida de poeta adentro. Personalmente quise ser poeta en los
ochenta y principios de los noventa, fue una de las experiencia y de
los propósitos más importantes que tuve en la vida; pero me di
cuenta después, con el transcurrir de los años, que había que
tener agallas para ser poeta a todo trance. Bueno, en René, tenemos
a un hombre que dedicó su vida al arte y a la poesía. Cuando lo
conocí personalmente, hace dos años, en una librería de viejos, en
la calle Corrientes (“Kafka y Cía”), donde nos reunimos, desde
entonces, marginales y poetas, lo busqué enseguida en la “Antología
de la poesía Argentina”, en tres tomos, de editorial Fausto, de
Raúl Gustavo Aguirre.
René
era uno de los poetas que había sido de mi agrado, porque lo tenía
señalado con una marca, marca que este libro lleva en la frente, que
René lleva en la frente, con “Con tu pinta poeta de gorrión con
gomina”.
Si
uno, a medida que pasan los versos: va reconociéndose en ellos, no
lo dude Sr. Lector, usted es peronista con carné del club.
“Los
que nunca
Fueron
forzados a declarar
Los
que nunca
hurgaron
en la basura
Los
que nunca
tuvieron
que reconocer el cadáver”
Estos
tres versos se meten en la historia de la Argentina y de América
Latina, ¿quién no podría sentirse interpelado por estos versos?
Sólo los otros, los dueños del poder político y económico durante
tantos años en el país, podrían rechazarlos, sentirse incómodos,
porque eran sus autores, cómplices o encubridores o instigadores de
los verdugos.
Todo
el libro es una declaración de guerra a los oligarcas aviesos, para
los “enemigos ni justicia”, dicen que dijo el general.
En
esta posmodernidad tuitera, cada uno de los versos son un tuit
directo al meollo del mundo nacional y popular, al cogollo cómodo de
la vida burguesa, de la vida bacana. Aunque René también es un
bacán porteño de la poesía vanguardista y clásica.
“Los
que nunca
Jugaron
su último dinero a un billete de lotería
Los
que nunca
se
agacharon a recoger una colilla”
Cuantas
veces, mientras disfrutaba (decir disfrutar…) la internación en un
Hospital Psiquiátrico, por mi apego antiguo a vicios non santos, me
agaché a recoger una colilla, en un territorio desolado, de tierra
baldía, al decir de Jacobo Fíjman “El camino más alto y más
desierto” “se acerca Dios en pilchas de loquero” “Piedad”.
Pero René de ninguna manera le pide piedad a la vida, al contrario,
quiere que sus excesos lo revuelquen en una ola artística y golosa,
como esos cuatro amigos que se habían reunidos en una casa, en las
afueras de París, para comer hasta morir, en la película de Marco
Ferreri, “La gran comilona”. En René, es ópera, sexo,
literatura, cine, y charlas largas.
La
poesía de René, como decía Octavio Paz, de la poesía de Enrique
Molina, “como un cuchillo se hunde en la realidad”. Es una
experiencia netamente vivencial no existencial. Lo existencial tiene
un tono, un amaneramiento, un manierismo superfluo y vacío, lo
vivencial es peronista.
Pensaba
en esos días, cuando llegando a fin de mes, tenemos dos pesos en los
bolsillos, cuántas veces nos jugamos el último billete en un número
a la quiniela. Por lo menos René plantea jugárselos en un billete
de lotería, por el cual hay que contar con 10 o 20$. Es infame el
verso, pero tiene su “aristocracia arrabalera” en el juego, y su
lucha de clases, entre los olvidados que juegan su número de
quiniela, y los aristócratas que con los últimos pesos juegan un
billete de lotería.
“Los
que nunca
vieron
que a veces todos los días son grises”
Esa
expresión adverbial, “a veces”, es el gozne entre un decir
cotidiano, o un decir universal: de peronismo para todo el mundo.
Si
el verso dijera:
“Los
que nunca
Vieron
que todos los días son grises”
Sería
un verso para la izquierda cipaya, o para un radical progresista,
hundido por la fuerza de la burguesía, de sus propias cabezas. Se
disfrazaría la vida de un pesimismo sabatiano, que la vida real no
tiene, que el pensamiento, el arte y menos el arte de René tienen.
Pero, el “a veces”, además de darle aquello por lo cual durante
siglos se mataron los hombres, la verdad, aporta verdad al verso.
La
verdad es en Hegel: idea, unión de concepto y realidad. Esa idea
como verdad tiene tres formas de accesos al absoluto: el arte, la
religión y la filosofía. Claramente, en René, la forma de acceso
al absoluto es el arte. Y la vía de ascesis en él es unión de
forma y contenido en vida poética.
Hay
además en todo el libro, a lo largo de cada verso, algo no dicho,
sugerido, y que no cierra con el final, algo abierto a la indecisión,
a la incertidumbre de la vida bohemia, a la sorpresa cotidiana de la
vida, a esas pequeños momentos, en que algo otro nos es revelado, en
una persona, en una ocasión, en una circunstancia, vayan como
ejemplo, estos versos:
“Los
que nunca
Contemplaron
el rostro de su mujer lleno de incertidumbre
Los
que nunca
razonaron
largamente sobre la inutilidad de sus actos”
Los
versos de este libro, nos llevan por un camino ciego, pero que tiene
salida cuando los líderes de los pueblos se ocupan de los excluidos,
los marginados, los ausentes de las estadísticas, y sondeos para
presidente, y continúan la revolución nacional y popular
inconclusa, siempre inconclusa, porque siempre hay mayor igualdad y
justicia que reclamar.
Volvamos
al principio, al carácter de poeta y libro maldito, el malditismo
condenó a muchos poetas a una vida errante, y en no pocas veces a la
autodestrucción, descuidando la belleza de la obra poética, pero es
Borges quien dice “el infortunio personal del individuo puede ser
la fortuna del poeta”, en los noventa, la vida y el arte se habían
fragmentado y se condenaba el estigma de querer vivir como se
escribía, recuerdo artículos al respecto en “El diario de
poesía”, Hoy, pasadas esas ingenuidades, un verdadero poeta solo
puede ser quien une escritura y vida.
Como
los vagabundos de la ópera “La boheme”, de Giacomo Puccini, que
deambulan por buhardillas sin destino, donde se puede encontrar,
después de infinitos intentos, la matemática, científica,
literaria, cinematográfica y exacta palabra, que va en la frase o el
verso trabajado, y artesanalmente, baldomerianamente, ejercitados,
también como “Mimí” pueden desfallecer en el intento, en la
construcción de la vida y obra, como “Griseta” “al arrullo
funeral de un bandoneón”, y, a pesar de ello, jugar la partida de
ajedrez con la muerte, como en la película “El séptimo sello”,
de Igmar Bergman, para sostener la vida artística ante toda
oposición y obstáculos, que siempre nos acompañan en nuestros
designios.
René
la ha mantenido toda la vida, la vida maldita que le ha tocado en
suerte.
Octubre
de 2014.
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